Los saduceos no creían en la resurrección de los muertos, por eso le hicieron una pregunta capciosa a Jesús. Querían confundirlo y tendrían una razón para acusarlo de blasfemia. Pero la respuesta los sorprendió. En el Evangelio de hoy (Lucas 20, 27-38), Jesús utilizó la situación para reafirmar la promesa de la resurrección.
Gracias a Jesús, los cristianos somos «hijos de Dios, porque participan en la resurrección.» El Señor quiere que veamos la vida con ojos de eternidad y que pensemos y actuemos según el destino final que tendremos. Pero antes, necesitamos comprender la herencia que nos corresponde como hijos de Dios.
Todos tenemos problemas y dificultades, pero a pesar de ellos, podemos estar seguros de que el Espíritu Santo nos ayudará a verlos con los ojos de la fe. Dios nos manifiesta su amor a través del sufrimiento y nos utiliza como instrumentos suyos para la sanación y liberación de otros.
Trata de ver todo con los ojos de Dios, con su perspectiva y así comprenderás que hasta los más grandes problemas son oportunidades para acercarte a Él. Confía en sus promesas.
“Vivir una vida espiritual significa, llevar todo mi ser a la morada que le pertenece. Mi tarea espiritual verdadera, consiste en dejarme ser amado, plena y completamente y creer que en este amor llegaré al cumplimiento de mi vocación. Sigo intentando llevar mi ser errante, inquieto y ansioso a su hogar, para que pueda descansar en el abrazo del Amor” – Henri Nouwen.
¡Adelante con fe!
Diácono Richie
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