El relato de la conversión del publicano Zaqueo claramente demuestra que Dios recibe con misericordia a quienes llegan arrepentidos (Lucas 19, 1-10).
Posiblemente Zaqueo jamás pensó que subirse al árbol para ver a Jesús lo llevaría a una vida nueva. Su curiosidad abrió la puerta para que la gracia divina entrara en su vida.
Jesús miró el entusiasmo, casi de niño de aquel hombre, y le dijo: «Zaqueo, baja en seguida, porque hoy tengo que alojarme en tu casa.» Todos quedaron sorprendidos.
«Él bajó en seguida y lo recibió muy contento.» Aquel pecador, impresionado por la sinceridad y la sabiduría de Jesús y casi sin darse cuenta, empezó a cambiar sus rígidas posturas. Mientras todos murmuraban, él aceptaba a Cristo en su corazón. Dios estaba sanando la mente y el corazón de aquel pecador arrepentido. ¡Zaqueo se convirtió!
Fíjate que Jesús se acercó y lo deslumbró y enamoró. No le recriminó sus múltiples y serios pecados. Como decía San Juan Bosco: “Más moscas se cazan con una gota de miel, que con un barril de vinagre.”
Al final, vemos cómo Zaqueo puso su acción donde puso sus palabras. La verdadera conversión, basada en una relación personal con Cristo, debe demostrarse no sólo con palabras, sino con hechos concretos, como la caridad.
Hoy Jesús te habla también a ti: «Hoy ha sido la salvación de esta casa.»
¡Adelante con fe!
Diácono Richie
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