Cuenta una historia que a Santa Teresa de Lisieux, siendo una joven religiosa, le pidieron que cuidara una hermana anciana. Ésta se quejaba de todo lo que Teresa hacía. La santa sabía, que Dios estaba usando esta situación para que fuera más compasiva, inclusive llenarle el corazón de su amor.
El Señor nos presenta oportunidades para que dejemos de lado nuestro egoísmo e imitemos a Jesús, poniéndonos al servicio de los demás.
Dice el Evangelio de hoy (Lucas 16, 19-31): «Y un mendigo llamado Lázaro estaba echado en su portal [de la casa del rico]…»
El Señor nos concede la libertad para amarlo o rechazarlo, y cada día nos ofrece oportunidades para ejercer esa libertad. Eso fue lo que ocurrió en la parábola del rico y Lázaro.
Claramente, Dios los amó a los dos y les concedió innumerables oportunidades para que ellos respondieran a su amor. Lázaro soportaba su condición con paciencia y confianza en Dios. El rico, tuvo la opción de aliviarle el sufrimiento a Lázaro y optó por hacerse de la vista larga.
Así nos pasa a nosotros también. Cuántos Lázaros tenemos a nuestro alrededor esperando, que practiquemos el amor y la misericordia.
El Señor nos invita a dejar nuestros intereses egoístas y atendamos al necesitado. Aquél rechazo del rico terminó en el más terrible sufrimiento: él pasó a ser el afligido, mientras Lázaro entró en el reposo eterno.
¡Adelante con fe!
Diácono Richie
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