Si leemos detenidamente el Evangelio de hoy (Mateo 20, 1-16), nos podemos dar cuenta que Dios tiene una manera de ver las cosas muy diferente a la nuestra. Por eso, no siempre podemos comprender los planes del Señor.
Hoy las lecturas nos muestran cómo obra la generosidad, el amor y la bondad de Dios. De nuevo, difícil de entender para nosotros.
Usualmente nos comparamos con los demás, cosa que al final podría robarnos la paz y la alegría de servir. Pero peor aún, a veces nos encontramos con alguien y le cuestionamos a Dios qué hace éste en la Iglesia. Porque juzgamos que no se lo merece, porque ‘no es tan bueno como yo’. Si alguna vez hemos pensado así, este Evangelio es para nosotros.
Veámoslo así, todos los trabajadores recibieron la misma paga. Claramente, queda manifestada la generosidad y el amor de Dios para con todos. Este ‘todos’ nos incluye a ti y a mí, que también somos pecadores.
Todos recibimos la misericordia de Dios cuando decidimos ponernos a su servicio, cuando la pedimos, cuando nos dejamos encontrar, cuando abrimos el corazón. Ninguno de nosotros ‘se merece’ entrar al cielo, por nuestros pecados. Pero gracias a la abundante generosidad de Dios tenemos hoy una nueva oportunidad de decirle sí a Jesús.
Dice el Papa Francisco: “Abrir el corazón, para que la bondad y la misericordia de Dios vengan a nosotros… Corazón abierto a fin de que el perdón, la misericordia, la bondad, la caricia del Padre vengan a nosotros, porque nosotros somos hijos infinitamente amados”.
¡Señor, ayúdame a mantener viva mi fe!
¡Adelante con fe!
Diácono Richie
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