En el Evangelio de hoy (Mateo 22, 15-21), algunos intentan confundir al Señor haciéndole una pregunta capciosa. Sabemos cuánto Jesús rechaza y le disgusta la hipocresía.
Estos son los que dicen una cosa, pero hacen otra muy diferente. Ahora bien, les propongo que reconozcamos las veces que nosotros hemos actuado así y seamos sinceros.
Quizás con nuestros hijos, como cuando les decimos que no estén tanto tiempo en internet o en el teléfono y nosotros hacemos lo contrario. O cuando en la Parroquia no nos mostramos muy respetuosos, reverentes o justos al salir al estacionamiento, mirando mal a otro porque se tarda demasiado en salir. O como cuando no somos pacientes con los de casa. Y así podemos buscar otros ejemplos.
Hermanos, veámoslo así: Nosotros somos de Dios. Entonces, estamos llamados a alabarlo y a cumplir sus mandamientos. Pregúntate, ¿cuánto tiempo le dedico a la oración diaria? Usualmente nos justificamos diciendo que no tenemos tiempo.
Dice el Papa Francisco, citando a Santa Teresa del Niño Jesús, en su reciente Exhortación Apostólica: “… cuando habla de la Eucaristía, no ponga en primer lugar su deseo de recibir a Jesús en la sagrada comunión, sino el deseo de Jesús que quiere unirse a nosotros y habitar en nuestros corazones.” Y añade más adelante: “Jesús no pide grandes hazañas, sino únicamente abandono y gratitud.”
Hermanos, estamos hablando de un abandono confiado en su misericordia. Te invito a dedicarle más tiempo a la oración diariamente y un tiempo de calidad. El Salmo 95 de hoy nos puede ayudar: «Cantad al Señor un cántico nuevo, cantad al Señor, toda la tierra.»
¡Adelante con fe!
Diácono Richie
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