El Evangelio de hoy (Mateo 18, 15-20) contiene una promesa importante. ¿Te diste cuenta?
«Os aseguro, además, que, si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, se lo dará mi Padre del cielo. Porque donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.»
Pienso, de manera especial en las familias. Esta pequeña comunidad, que llamamos Iglesia doméstica y que se reúnen a orar, los padres con los hijos, los abuelos. La familia, tiene el deber de enseñar a los niños, desde pequeños, las maravillas de Dios.
Recientemente, entrevistaron a nuestra hija mayor para una publicación de su trabajo. Una de las preguntas fue, quién es su héroe y por qué. Ella responde: Mis padres, porque me enseñaron la importancia de tener a Dios como el centro de mi vida.
Hermanos, no lo comparto por vanidad. Quiero resaltar el poder que tiene, en los pequeños de la casa, la oración en familia, la asistencia a Misa, la oración en la cena. Así, como el ejemplo que les damos, cuando ven que nos confesamos, entre otras cosas.
Cuando la familia se reúne a orar, es un momento que muy bien se presta para que los hijos conversen sobre las cosas importantes para ellos, sin otras distracciones. Es el momento de enseñarles, como nos recuerda san Pablo: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo.» Es nuestra responsabilidad como padres y abuelos.
¡Adelante con fe!
Diácono Richie
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