XXII Domingo durante el año: crea en mí un corazón puro

El Evangelio de hoy está tomado de san Marcos 7. Dice Jesús: «Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí.»

Los fariseos se habían acostumbrado a fijarse en las señales externas, como lavarse las manos, pero Jesús los corrige. Les dice, «el culto que me dan está vacío…» En otros momentos utiliza palabras fuertes como ‘hipócritas’.

Tengamos algo claro, las normas religiosas son útiles para lograr la santidad, pero no deben convertirse en la esencia misma de nuestra fe. No es cuestión de cumplir y ya.

El Señor quiere renovarnos interiormente, limpiarnos por dentro para que podamos manifestar el amor y la compasión de Cristo en el mundo. Se dice fácil pero no lo es.

Nos cuesta reconocer nuestros pecados. Pero sabemos que no tenemos nada que temer. Jesús vino a perdonarnos y salvarnos, no a condenarnos. El Señor nos espera con los brazos abiertos, llenos de misericordia, para que nos entreguemos a Él. Así mismo, nosotros estamos llamados a tratar a la gente a nuestro alrededor, con misericordia.

Hace unos días, en una homilía, mencioné que todos llevamos un fariseo dentro. Que esas actitudes que criticamos, muchas veces las copiamos. Cuidado, porque podemos caer fácilmente. Pregúntate sinceramente: ¿Veo alguna actitud de fariseo en mí?

Jesús no trata de avergonzar a los fariseos, ni a nosotros. El Señor te ama incondicionalmente y está tratando de abrirte los ojos para que veas el pequeño desorden que hay en tu corazón. Él quiere que regreses a su lado.

Se dócil y deja que Él obre en ti. Deja que te purifique el corazón, para que des frutos de santidad.

Dice la segunda lectura: «Aceptad dócilmente la palabra que ha sido plantada y es capaz de salvaros. Llevadla a la práctica y no os limitéis a escucharla, engañándoos a vosotros mismos» (Santiago 1).

Señor Jesús, necesito tu misericordia y tu perdón. Crea en mí un corazón puro, muy cerca de ti.

¡Adelante con fe!

Diácono Richie