En el Evangelio de hoy, San Juan 6, 51-58, Jesús insiste en el tema de la Eucaristía. Dice: «Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida.»
Ciertamente esto no es fácil de entender para nosotros. Les cuento que a través de los años he leído varios libros que me han ayudado a profundizar en mi fe. La semana pasada les compartía uno de ellos. Hoy les quiero compartir unas partes del libro “Sean semejantes a mi corazón,” del Padre Slavko Barbaric.
“Todo lo que [María] nos pide está centrado en la Eucaristía y conduce a la Eucaristía. Ayunamos por la Eucaristía. La Escritura, la Palabra de Dios, conduce a la Eucaristía. La Confesión es para la Eucaristía. El Rosario nos prepara para encontrarnos con Jesús en la Eucaristía. María quiere que nuestra vida se convierta en una Santa Misa. Cuando perdonamos es fruto de la Eucaristía. Cuando no perdonamos, no permitimos que la Eucaristía actúe en nosotros. Cuando damos testimonio de Dios ante los demás, vivimos la Eucaristía. […] María quiere que Jesús sea el centro de nuestra vida.”
Por otro lado, el Concilio Vaticano II declaró que la Comunión nos brinda “una ayuda para este camino” y una “pregustación del convite celestial” (Gaudium et Spes 38).
Ojalá pudiéramos entender toda la grandeza que se encierra en ese pedacito de pan. Dice también el Evangelio: «El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él.»
Jesús, quiero que habites en mí, en mi trabajo, en mi familia, en mi hogar. Quiero, Señor, que habites en toda mi vida. Ayúdame a vivir cada día más cerca de ti.
¡Adelante con fe!
Diácono Richie
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