Imagina, si el Señor se te apareciera en sueños y te dijera: «Pídeme lo que quieras». ¿Qué pedirías? ¿Le pedirías un corazón dócil? Eso ocurrió en la Primera Lectura de hoy (Reyes 3, 5.7-12).
Un corazón dócil es necesario para buscar y hacer la voluntad de Dios. La voluntad de Dios siempre será mejor que la nuestra, pues Su plan es perfecto. Él sabe lo que de verdad nos conviene. Aunque de momento no entiendas, recíbela con humildad y obediencia. No es fácil, pero ciertamente es lo mejor.
Por otro lado, el Evangelio de hoy (Mateo 13, 44-52) nos habla de encontrar tesoros, pero no se refiere a materiales, sino espirituales. ¿Le pedirías al Señor tesoros espirituales?
Los católicos somos ricos, pero vivimos como pobres. Dios nos da riquezas espirituales y no las aprovechamos. Están en la Santa Madre Iglesia y nos acercamos tímidamente a esas fuentes de gracia. Todas disponibles para nuestra salvación.
Hoy el Señor nos invita a buscarlo. De nuevo, hacer la voluntad de Dios no es fácil, pero es lo mejor. «¡Cuánto amo tu voluntad, Señor!» (Salmo 118).
En tu oración hoy, pide un corazón dócil para entender y hacer la voluntad de Dios. Bien «sabemos que a los que aman a Dios todo les sirve para el bien» (Rm 8, 28). Así que déjate abrazar por Aquel que dio su vida por ti y por mí. Anda, confía.
¡Adelante con fe!
Diácono Richie
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AMÉN.
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