Nuevamente, el Evangelio (Lucas 12, 32-48) nos invita a mantener un balance en nuestras vidas. De seguro todos queremos un día llegar a estar junto a Jesús en el cielo, pero al mismo tiempo, sentimos que el mundo y sus seducciones nos arrastran con fuerza.
Qué difícil es decir no a ciertos placeres. Nos justificamos diciendo que nos es tan malo o que todos lo hacen. El resultado inevitablemente es que ponemos el enfoque en nosotros mismos: en mis deseos, mis gustos, mi decisión y le quitamos la mirada a Dios y lo que Él quiere para nuestras vidas.
El Evangelio habla de un «tesoro inagotable en el cielo.» El Señor quiere que dediquemos toda nuestra vida a acumular estos tesoros y no bienes materiales en la tierra. Muchas veces, en el afán de acumular riquezas, descuidamos lo principal y más valioso: la salvación de nuestra alma.
Jesús nos invita a tener un alma limpia, un espíritu dócil, una actitud bondadosa y compasiva y el deseo desinteresado de servir al que necesita. Esto hay que desearlo y pedirlo con fe.
El llamado es a estar en vela para cuando Él llegue. «Estad preparados.» Para eso, aceptemos humildemente la obra que Dios quiere hacer en nosotros.
«No temas, pequeño rebaño, porque vuestro Padre ha tenido a bien daros el reino.»
¡Adelante con fe!
Diácono Richie
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