No sabemos quiénes fueron estos 72 enviados. No sabemos su lugar de origen, ni sus nombres. Sí sabemos que, desde el anonimato, estos misioneros fueron iluminados por el poder del Espíritu Santo y llamados a anunciar el Evangelio. Fueron enviados, equipados con la Palabra y el poder de Dios, para sanar, liberar y cosechar almas para el reino.
Evangelio de hoy, tomado de Lucas 10, dice: «Señor, hasta los demonios se nos someten en tu nombre.» A lo que Jesús responde: «… no estéis alegres porque se os someten los espíritus; estad alegres porque vuestros nombres están inscritos en el cielo.»
Todavía hoy, la cosecha sigue siendo abundante y los trabajadores pocos. Jesús quiere enviarte a ti y a muchos otros, tal como envió a estos discípulos anónimos.
Fíjate que los discípulos no le pidieron a Jesús que les enseñara a predicar, ni a sanar, ni a liberar. En otra lectura le pidieron a Jesús que les enseñara a orar. Ellos sabían que esa era la clave. Sabían que, si oraban como Jesús oraba, recibirían la fuerza de lo Alto.
Mirémoslo así: Lo importante es la calidad de tu oración. Si permaneces en Cristo y cumples sus mandamientos, podrás responder al llamado y ser instrumento de su amor y su misericordia.
¡Adelante con fe!
Diácono Richie
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