En el Evangelio de hoy (Lucas 10,25-37), un maestro de la ley le pregunta a Jesús: «¿Y quién es mi prójimo?» Ciertamente es una pregunta válida. Jesús le explica con una parábola sobre la misericordia, para finalmente decirle: «Anda, haz tú lo mismo.»
Veámoslo así: Mi prójimo es cualquier persona que necesite conocer y experimentar el amor y la misericordia de Dios y esto incluye, claramente, a todos.
Con aquella historia, Jesús, en cierta manera quería decir que no nos preocupemos tanto de saber quién es mi prójimo; más bien en ser un prójimo para quienes nos encontremos por el camino. Parece un juego de palabras, pero desde este ángulo, lograremos amar «al prójimo como a ti mismo».
El Señor nos llama a dejar la comodidad. A servir sin pensarlo dos veces y sin interés de sacar nada a cambio, aun arriesgándonos al rechazo. Como el Señor, que arriesgó todo para salvarnos.
De nuevo, mi prójimo incluye a todos. Desde aquel que no me cae bien, hasta los que viven en casa conmigo. A ellos, con mayor razón debemos atender y servir. Amar desinteresadamente es una consecuencia natural del amor a Dios.
Como decía Santa Madre Teresa de Calcuta: “El fruto del amor es el servicio”. «Anda, haz tú lo mismo.»
¡Adelante con fe!
Diácono Richie
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