El domingo pasado nos Consagramos todos al Sagrado Corazón de Jesús. Verdaderamente fue hermoso. ¿Y ahora qué? En primer lugar, pidámosle a San José nos ayude a mantenernos fieles. En segundo lugar, oremos por quienes no hicieron la Consagración. Para que el Señor toque sus corazones.

En el Evangelio de hoy (Marcos 6, 1-6), «… la multitud que lo oía se preguntaba asombrada: ¿De dónde saca todo eso?». Mientras que Jesús, «se extrañó de su falta de fe».
En la Segunda Lectura (2Corintios 12, 7-10) dice San Pablo: «Para que no tenga soberbia, me han metido una espina en la carne». Sabemos que Pablo sufría amargamente por esa espina. Pero a pesar de pedirlo, el Señor no lo sanaba. Más bien el Señor le respondió: «Te basta mi gracia; la fuerza se realiza en la debilidad».
La sanación es un misterio y como tal no vamos a poder comprenderlo completamente. Lo que sí sabemos es que el Señor nos acompaña siempre. Él conoce nuestras espinas y tiene un plan para nuestras vidas. Él sabe. Así que a nosotros nos toca confiar.
«Por eso, vivo contento en medio de mis debilidades… y las dificultades sufridas por Cristo. Porque, cuando soy débil, entonces soy fuerte.»
Señor, ayúdame a soportar las espinas de mi vida. Señor, soy débil, hazme fuerte. Señor, mira mi sufrimiento, no puedo solo, pero sé que ¡Tu gracia me basta!
¡Adelante con fe!
Diácono Richie
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