Hermanos, pienso que el Evangelio de hoy (Mateo 10, 37-42) es tan claro y elocuente: «… el que no coge su cruz y me sigue no es digno de mí.» Y añade: «El que encuentre su vida la perderá, y el que pierda su vida por mí la encontrará.»
En el mismo Jesús vemos claramente este principio, en su muerte en la cruz. Ofreció voluntariamente su vida por amor a ti y a mí y obediencia al plan del Padre. Jesús derrotó el pecado y preparó el camino para que todos sus discípulos tengamos parte en su victoria.
Pero tenemos que aceptar que no nos parece tan atractivo eso de perder mi vida o morir al yo para obedecer los mandamientos de Dios y servir a los demás. De hecho, nos puede parecer contradictorio y sin sentido.
Tal vez, podemos experimentar que el egoísmo está muy arraigado en nosotros. Pero recordemos que todo el que desee ser colaborador en el Reino va a enfrentarse a esta lucha diaria.
Sabiendo que no estamos solos, el Espíritu Santo nos acompaña. Pues, cuando morimos a nuestros propios deseos, entramos a la vida del Espíritu y a la vez, el poder de Dios se va haciendo presente en nosotros con una gloria cada vez mayor.
Señor Jesús, enséñame a negarme a mí mismo, para aprender a perder mi vida y ganar la tuya, y así abrir mi corazón a la acción del Espíritu Santo.
¡Adelante con fe!
Diácono Richie
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