«No tengáis miedo.» Esta cita aparece cuatro veces en el Evangelio de hoy (Mateo 10, 26-33). Así que podemos decir, sin temor a equivocarnos, que el Señor quiere que lo tengamos bien presente.
Veámoslo así: Si queremos dar buen testimonio de nuestra fe, debemos llevar en el corazón el don de temor de Dios, no el miedo a las personas. El temor de Dios es un don (regalo dado por Dios) que nos ayuda a no ofenderlo.
Este don nos recuerda cuan pequeños somos ante Dios y su amor, y que nuestro bienestar está en abandonarnos con humildad, respeto y confianza en sus manos. Es la conciencia clara de la majestad suprema de Dios, su santidad absoluta y su infinito poder.
El amor de Dios llena nuestro corazón y echa fuera el miedo y la duda. Es reconocer que somos tan valiosos para Él, que «… hasta los cabellos de la cabeza tenéis contados.»
Hermanos, quien recibe el don de temor de Dios, ansía servirlo y amarlo, por sobre todas las cosas. Ansía también pasar largos ratos en oración junto a Él.
A medida que estas realidades de fe echan raíces profundas en nuestras vidas, no tenemos por qué temer. Caminemos con confianza y enfrentemos cada día con valentía, pues bien sabemos que Él nos acompaña siempre.
¡Adelante con fe!
Diácono Richie
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