Los Dones del Espíritu Santo

No sé ustedes, pero cuando yo escuchaba hablar sobre los siete dones del Espíritu Santo, se me hacía difícil entender lo que significaban… y cómo no los entendía, se me hacía difícil pedirlos… así que hoy, que estamos en “la semana del cenáculo”, vamos a ver hablar un poco sobre los dones y la importancia que tienen en la vida del cristiano…

Don de Temor de Dios

«La riqueza y la fuerza realzan el corazón, pero más que las dos, el temor del Señor. En el temor del Señor no existe mengua, con él no hay ya por qué buscar ayuda. El temor del Señor como un paraíso de bendición, protege él más que toda gloria» (Eclesiástico 40, 26-27).

El Temor de Dios no es ni tiene que ver con tenerle miedo a Dios… el verdadero don de Temor tiene que ver con la reverencia hacia la grandeza de Dios… ese asombro ante la majestad divina que te embarga al contemplar la inmensidad del océano o una gigantesca montaña coronada de nieve…

Pero ese, aún, no es el don del Espíritu Santo, porque los dones son para los hijos de Dios y el verdadero don de Temor es algo mucho más familiar, más hogareño: es el temor del niño a separarse de su Padre, el temor a perderle…

El niño pequeño no se siente poderoso, no se siente autosuficiente, nunca cree que no necesita a su Padre… por el contrario, se siente desamparado sólo con perderle de vista… Nosotros nos hemos hecho “mayores” en el mal sentido y no vivimos “pendientes” del Padre, como vivió Jesús… Cuando quieres vivir de ti mismo y de tu fuerza, pierdes el espíritu de niño que necesitas para oír, entender y acoger el Reino de Dios en tu corazón…

El don de Temor de Dios es hacerse niño… es vivir en la pobreza que lo recibe todo y en todo se siente necesitado… y por eso actúa como el niño que se aferra a su Padre, porque sabe que allí tiene todo lo que necesita y que lejos de Él, se moriría…

Don de Piedad

«Vio que los cielos se rasgaban y que el Espíritu, en forma de paloma, bajaba sobre él. Y se oyó una voz que venía de los cielos: “Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco”» (Marcos 1, 10-11).

Cuando la Piedad se incluyó entre los dones no era entendida como la entendemos ahora, sino como la “piedad filial”, la virtud que un hijo tiene hacia su padre… por eso, el don de Piedad, antes que otra cosa, es sentirse hijo de Dios… amar a Dios y todo lo que Dios ama…

En muchas ocasiones hemos escuchado que somos “hijos de Dios”… pero, ¿qué significa esto para nosotros…? Dios es Padre… y como Padre, Él sólo quiere lo mejor para nosotros… sobre todo, Él quiere nuestra salvación…

En la vida encontramos muchas pruebas y sufrimientos… nadie está exento de ellas… y nos preguntamos, ¿por qué Dios lo permite?… pero debemos tener la seguridad de que Dios sabe lo que más nos conviene, aún en las pruebas… Cuando el Espíritu Santo nos revela, en lo profundo del corazón, que somos hijos de Dios, entonces ya no hay amargura, ni resentimiento, ni acusación contra Dios… dejamos de ser esclavos del sufrimiento y nos abandonamos en los brazos de nuestro Padre Celestial…

El don de Piedad no es otra cosa que ser acogido en la casa del Padre… Como el hijo en la parábola del Hijo Pródigo, que se fue y regresa arrepentido diciendo, “no soy digno de ser hijo tuyo, trátame como a uno de tus siervos”… es entonces que realiza que verdaderamente es hijo de Su Padre… y que Su Padre siempre lo acogerá en Su casa…

El don de la Piedad también se extiende a la Santísima Virgen, a los santos, a los ángeles (especialmente nuestro ángel custodio), a las almas del purgatorio… en fin, es el amor por toda la creación de Dios…

Don de Ciencia (Conocimiento)

«En verdad, en verdad te digo: el que no nazca de lo alto no puede ver el Reino de Dios…» (Juan 3, 3).

A los hombres modernos, la palabra “ciencia” nos suena a gente metida en laboratorios, averiguando cosas con las luces de la inteligencia humana… la Ciencia del Espíritu Santo es también una luz para ver las cosas… pero para ver las cosas como Dios las ve…

Cuando miramos la vida con nuestros ojos, vemos las cosas que dan gloria a Dios… pero también vemos el sufrimiento, el odio y los rencores… y a veces, hasta las cosas hermosas nos causan tristeza cuando realizamos que son pasajeras – la juventud pasa, la belleza pasa, la vida pasa… O sea, que vista desde la perspectiva humana, la vida puede parecer más una maldición que una bendición, más tiniebla que gloria de Dios… y es que el mundo está herido de pecado… herido de muerte…

Pero por el don de Ciencia, sabemos que esta creación, aparentemente herida de muerte, ha sido tocada por la gracia de Jesucristo, que no sólo toca el corazón del hombre y su existencia, sino a todo lo creado… Para la mirada de Dios, que es la mirada verdadera, ya no hay tiniebla ni muerte: la muerte no existe para quien cree en la resurrección de Jesucristo…

Cuando el Espíritu Santo nos revela esta verdad y podemos ver la creación con los ojos de Dios… entonces todo se transforma en gozo y gloria de Dios…

Don de Fortaleza

«Bajó Pedro de la barca y se puso a caminar sobre las aguas, yendo hacia Jesús. Pero viendo la violencia del viento, le entró miedo y, como comenzara a hundirse, gritó: “¡Señor, sálvame!”. Al punto Jesús, tendiendo la mano, le agarró y le dice: “Hombre de poca fe ¿por qué dudaste?”. Subieron a la barca y amainó el viento. Y los que estaban en la barca se postraron ante él diciendo: “Verdaderamente eres hijo de Dios”» (Mateo 14, 29-33).

Hemos visto que el don de Temor es asumir nuestra pobreza delante de Dios, asumir que somos niños y no podemos nada sin Él… pues el don de Fortaleza es la respuesta de Dios a la debilidad del ser humano…

Cuando recibimos el don de Fortaleza, Jesús nos toma de la mano y nos hace capaces de lo que humanamente es imposible: caminar sobre las aguas, sobre las tormentas de la vida, sobre las tentaciones y sufrimientos… Pero no se trata de caminar solo, quién lo intente se hundirá sin remedio, sino de caminar con la mirada puesta en Jesús… tomado de Su mano… con la fuerza del Espíritu Santo…

Este don produce en el alma dócil un afán siempre creciente de santidad, que no mengua ante los obstáculos y dificultades… Sobre esto nos dice Santa Teresa en su Camino de Perfección: “Lo que importa es una gran determinación de no parar hasta llegar a la santidad, venga lo que venga, suceda lo que suceda, trabaje lo que se trabaje, murmure quien murmure, siquiera llegue allá, siquiera se muera en el camino o no tenga corazón para los trabajos que hay en él, siquiera se hunda el mundo”…

La maravilla del don de Fortaleza es que Dios no te quita tu debilidad, sino que tú te fías de Su fortaleza… te fías de Su amor… te fías de Su mirada… te fías de Su Palabra… El don de Fortaleza es el amor de Dios actuando sobre nuestra debilidad…

Dice San Pablo, en su Segunda Carta a los Corintios (12, 9-10): «Pero él me dijo: “Mi gracia te basta, que mi fuerza se muestra perfecta en la flaqueza”. Por tanto, con sumo gusto seguiré gloriándome sobre todo en mis flaquezas, para que habite en mí la fuerza de Cristo. Por eso me complazco en mis flaquezas, en las injurias, en las necesidades, en las persecuciones y las angustias sufridas por Cristo; pues, cuando estoy débil, entonces es cuando soy fuerte.»

Don de Consejo

«No son mis pensamientos vuestros pensamientos ni vuestros caminos son mis caminos, porque cuanto aventajan los cielos a la tierra, así aventajan mis caminos a los vuestros…» (Isaías 55, 8-9).

Todos tenemos pensamientos y proyectos en la vida… criterios sobre lo que es bueno, lo que es razonable, lo que debe hacerse y lo que queremos conseguir… Pero a menudo, con todo eso, levantamos una barrera ante Dios… creemos saber lo que queremos o nos conviene, y ni a Dios le dejamos darnos otra cosa… Entonces viene la amargura porque no alcanzamos la felicidad que creíamos estaba en eso que buscábamos… estamos encerrados en la cárcel de nuestros deseos y pensamientos…

El don de Consejo viene a romper los barrotes de esa cárcel… viene a revelarnos los pensamientos de Dios… los caminos de Dios… los proyectos de Dios… los deseos de Dios… Pero el don de Consejo tiene, además, otra consecuencia… porque quien piensa como Dios, actúa como Dios… como hijo de Dios… y Dios es misericordia… así, el don de Consejo nos reviste de la misericordia de Jesús… de Su compasión… de Su amor…

Conocer los caminos del Padre es entrar en los caminos de la misericordia, revestirnos de la humanidad de Cristo que cura, acompaña, guía y levanta a los cansados… el don de Consejo nos hace entregarle a Dios nuestro cuerpo y nuestra alma para que a través de ellos derrame su misericordia… no nosotros, sino Él…

Don de Entendimiento (Inteligencia)

«Iban dos de ellos a un pueblo llamado Emaús… Y sucedió que mientras ellos conversaban y discutían, el mismo Jesús se acercó y siguió con ellos; pero sus ojos estaban retenidos para que no le reconocieran… Y sucedió que cuando se puso a la mesa con ellos tomó el pan, pronunció la bendición… Entonces se les abrieron los ojos y le reconocieron… Se dijeron uno a otro ¿no estaba ardiendo nuestro corazón cuando nos hablaba…?» (Lucas 24, 13-31).

Hemos visto que el don de Ciencia es ver las cosas como las ve Dios… pues el don de Entendimiento es aún mejor, pues consiste en una luz que concede el Espíritu, no ya para ver las cosas, ¡sino para ver al mismo Dios!… para reconocer Su rostro… para reconocerle cuando actúa, cuando revela, cuando obra…

Cuántas veces Dios es el divino desconocido… el que pasa a nuestro lado, obrando en nuestra vida, sin que le reconozcamos… camina a nuestro lado y no sabemos nada de Él… Sin este don, Jesús será para nosotros alguien maravilloso que conocimos, pero no Él que nos acompaña en el camino… no Él que vive y nos habla, aquí y ahora…

Como los discípulos de Emaús, iremos entristecidos pensando, “era maravilloso, éramos sus discípulos, aprendimos mucho de Él, pero… no está… lo crucificaron y murió”… ¿No reconoceremos ese sentimiento que nos asalta cuando parece que no encontramos a Jesús en ninguna parte?… Eso significa que no hemos visto su resurrección… aunque nos hayan hablado de ella… Muchos cristianos pasan así por la vida, “nos han dicho que resucitó, y quizá sea cierto, pero no lo hemos visto”…

Y sin embargo, un día comienza a “arder el corazón”… es el síntoma de que secretamente alguien, el Espíritu Santo, nos está explicando las Escrituras, nos está mostrando a Jesús… Somos tardos de corazón para entender, pero un corazón que empieza a arder por Cristo, es un corazón que está en el camino de encontrarle… vivo y resucitado…

Y llega un momento en que nos sucede lo que a Pedro en el lago, cuando no pescaban nada en toda la noche y vieron a un desconocido, y “El discípulo a quien Jesús amaba dice entonces a Pedro: «es el Señor»… y cuando Simón Pedro oyó «es el Señor», se puso el vestido y se lanzó al mar… (Juan 21, 7)

El corazón de Pedro arde y se lanza sin miedo al agua… ¡ha reconocido al Señor!… Lo mismo nos ocurre a nosotros cuando un día, leyendo las Escrituras, un pasaje nos habla personalmente y hasta cambia nuestra vida… arde el corazón y reconocemos: “¡es el Señor!”… hemos pasado por pruebas y por momentos dolorosos, y un día vemos claro que todo tenía sentido, que Jesús nos ha llevado de la mano, y reconocemos: “¡es el Señor!”… o un día miramos al hermano, o al pobre, o al necesitado, y con un estremecimiento del corazón reconocemos: “¡es el Señor!”

Sin el don de Entendimiento la escritura no es más que un libro… la vida no es más que un azar… el hermano no es más que un extraño… y la Eucaristía no es más que pan… Pero con el don de Entendimiento se abren nuestros ojos, y asombrados y gozosos decimos que quien está en todo eso “¡es el Señor!”

Don de Sabiduría

«Gustad y ved qué bueno es el Señor, dichoso el hombre que se cobija en Él» (Salmo 34, 9).

La palabra “sabiduría” viene de “sapere”, que significa “saborear”… es decir comprobar a qué sabe alguna cosa, qué gusto tiene… por ejemplo, nos pueden explicar cómo sabe un melocotón, pero en realidad no sabremos hasta que mordamos uno y lo saboreemos, sólo entonces sabremos cómo sabe…

Algo parecido ocurre con Dios… se puede conocer teología hasta hartarse y no “saber” casi nada sobre Dios, sobre el Dios vivo… es el Espíritu Santo quien revela quién es Dios… cómo es Dios… a qué sabe Dios… El don de Sabiduría, más que un don, es el compendio de todos los demás dones… es el don de los que han conocido y saboreado a Dios…

Podemos repasar todos los dones y ver cómo cada uno de ellos es un “gusto” de Dios:

  • es sabio quien se aferra a Dios sin soltarle (don de Temor) porque ha gustado que en Él está la vida…
  • es sabio quien vive como hijo de Dios (don de Piedad) porque ha gustado que Dios es Padre…
  • es sabio quien ve la creación con los ojos de Dios (don de Ciencia) porque esa visión tiene el gusto de la Verdad…
  • es sabio quien sabe encontrar su fuerza en Dios (don de Fortaleza) porque ha gustado que Él es la única roca…
  • es sabio quien piensa como Dios y sigue sus caminos (don de Consejo) porque gusta la vida en esas sendas…
  • es sabio quien sabe ver a Dios donde está (don de Entendimiento): en la vida, en la escritura, en la eucaristía, en los hermanos…

Todo esto es sabiduría de humildes, sabiduría de pequeños… conocimiento que no se adquiere en los laboratorios y que los sabios según el mundo ignoran… «Yo te bendigo Padre, porque has ocultado estas cosas a los sabios e inteligentes y se las has revelado a los pequeños» (Lucas 10,21)…

En resumen… ninguna palabra humana puede comprender enteramente al Dios Altísimo… pero lo que es Dios, nos lo ha revelado Él mismo: «Dios es Amor» (1 Juan 4, 8)… Amor que nos sobrepasa infinitamente… por arriba, por abajo y por doquier… Si gustas el amor y el perdón de Dios, ya no te juzgarás ni juzgarás a nadie… si gustas la misericordia de Dios, ya no desearás otra cosa…

Que el Espíritu Santo nos conceda el verdadero conocimiento de Dios para que seamos uno con Él,

«…que Cristo habite por la fe en vuestros corazones, para que, arraigados y cimentados en el amor, podáis comprender con todos los santos cuál es la anchura y la longitud, la altura y la profundidad, y conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que os vayáis llenando hasta la total Plenitud de Dios» (Efesios 3, 17-19).


Basado en el artículo “Los dones del Espíritu Santo”,
Comunidad Siervos de Cristo Vivo
Catellón, España

Comentarios

  1. Querida Vanessa… los siete dones del Espíritu Santo son: sabiduría, inteligencia, consejo, fortaleza, ciencia, piedad y temor de Dios… esto se basa en una de las profecías de Isaías sobre el Mesías (11, 1-3)…

    Lo que tú mencionas se conoce como carismas… también son dones del Espíritu (todo es don de Dios), pero estos se reciben para la edificación de la comunidad…

    San Pablo hace cuatro listas de carismas… la primera, a la que tú te refieres, aparece en 1 Corintios 12, 8-10 (ojo, es el capítulo 12, no el 7):

    «A cada cual se le otorga la manifestación del Espíritu para provecho común. Porque a uno se le da por el Espíritu palabra de sabiduría; a otro, palabra de ciencia según el mismo Espíritu; a otro, fe, en el mismo Espíritu; a otro, carismas de curaciones, en el único Espíritu; a otro, poder de milagros; a otro, profecía; a otro, discernimiento de espíritus; a otro, diversidad de lenguas; a otro, don de interpretarlas. Pero todas estas cosas las obra un mismo y único Espíritu, distribuyéndolas a cada uno en particular según su voluntad.»

    Una segunda lista aparece en 1 Corintios 12, 28-30 (un poco más adelante que la anterior):

    «Y así los puso Dios en la Iglesia, primeramente como apóstoles; en segundo lugar como profetas; en tercer lugar como maestros; luego, los milagros; luego, el don de las curaciones, de asistencia, de gobierno, diversidad de lenguas. ¿Acaso todos son apóstoles? O ¿todos profetas? ¿Todos maestros? ¿Todos con poder de milagros? ¿Todos con carisma de curaciones? ¿Hablan todos lenguas? ¿Interpretan todos?»

    En Romanos 12, 6-8, dice:

    «Pero teniendo dones diferentes, según la gracia que nos ha sido dada, si es el don de profecía, ejerzámoslo en la medida de nuestra fe; si es el ministerio, en el ministerio; la enseñanza, enseñando; la exhortación, exhortando. El que da, con sencillez; el que preside, con solicitud; el que ejerce la misericordia, con jovialidad.»

    Y en Efesios 4, 11-12, añade:

    «El mismo dio a unos el ser apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelizadores; a otros, pastores y maestros, para el recto ordenamiento de los santos en orden a las funciones del ministerio, para edificación del Cuerpo de Cristo.»

    Podríamos decir que los dones del Espíritu Santo son siete gracias especiales que Dios da a todos sus hijos para ayudarnos vivir santamente (haciendo su Voluntad)… por otra parte, los carismas son gracias especiales que Él reparte dentro de la comunidad para su edificación…

    Espero que ahora esté un poco más claro… DTB!

  2. Los dones del Espiritu estan en 1 de corintios 7:11
    Basado en 1 corintios 7:11
    7 Pero a cada uno le es dada la manifestación del Espíritu para provecho.
    8 Porque a éste es dada por el Espíritu palabra de sabiduría; a otro, palabra de ciencia según el mismo Espíritu;
    9 a otro, fe por el mismo Espíritu; y a otro, dones de sanidades por el mismo Espíritu.
    10 A otro, el hacer milagros; a otro, profecía; a otro, discernimiento de espíritus; a otro, diversos géneros de lenguas; y a otro, interpretación de lenguas.
    11 Pero todas estas cosas las hace uno y el mismo Espíritu, repartiendo a cada uno en particular como él quiere.

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