«Y la Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria.»
Esta cita del Evangelio de hoy (Juan 1, 1-18) resume la razón de nuestra alegría. Hoy brincamos y saltamos, porque llegó el Niño esperado. Nuestros hogares se visten de gala y nos ponemos nuestras mejores ropas para asistir al templo, a disfrutarnos la hermosa liturgia de Navidad. Hoy todo es felicidad y alegría.
Contemplemos la escena. María, José, el Niño y los demás. Allí las condiciones no eran fáciles. José y María se las vieron difíciles para darle el mejor lugar al Niño. De hecho, sabemos que estaban en un establo, con la pestilencia típica del lugar. Allí no había lujos ni comodidades. De seguro que no era lo que ellos tenían pensado, pero era el plan de Dios.
Allí se llevaba a cabo un hermoso y trascendental momento para la humanidad. María y José se entregaron con sencillez y confiaron en la promesa. Sabían que todo sucedería según la voluntad de Dios y conforme a Su poder.
Dijo recientemente el Papa Francisco: “Si realmente queremos celebrar la Navidad, redescubramos a través del pesebre la sorpresa y el asombro de la pequeñez, la pequeñez de Dios, que se hace pequeño, no nace en el esplendor de las apariencias, sino en la pobreza de un establo”.
Hoy nos corresponde ir a adorar al Niño. Darle un beso y decirle cuánto lo amas. ¿Qué más quieres decirle?
¡Feliz Navidad hermanos!
¡Adelante con fe!
Diácono Richie
Tienes algo que decir
Te invitamos a comentar, aportar, sugerir, elogiar, objetar, refutar... sobre los temas y artículos que aquí presentamos.
Sigue nuestro grupo de oración en Facebook.