La Madre Angélica también contaba que un combatiente de Vietnam llamó un día a su programa para contar su historia. Había matado a docenas de soldados vietnamitas durante los tres años que estuvo en Vietnam. Una vez, había mirado fijamente a los ojos de un joven vietnamita, mientras le disparaba a corta distancia. Y, a pesar de haber pasado más de diez años, aquel rostro todavía lo atormentaba. Y decía: Me he confesado y sé que teóricamente Dios me ha perdonado, pero el perdón de Dios me parece abstracto y lejano. Con franqueza, no creo que Dios pueda perdonar una cosa tan horrible y, si lo ha hecho, no comprendo por qué. Me siento tan culpable que se me turba la miraba. Y estoy tan deprimido que, incluso, pienso en quitarme la vida. Sé que es un pecado, pero no puedo evitarlo.
Tom se sentía culpable. Era la personificación viviente del remordimiento. No se perdonaba a sí mismo. En su interior, vivía una vida de oscuras emociones, y la depresión junto con tendencias al suicidio, se apoderaban de su alma… Tom tenía una herida que sólo Dios podía curar… Había olvidado que Dios es misericordioso, que nos ama y que perdona. Tom había olvidado que Dios es superior a nuestras culpas… No podía comprender que la misericordia de Dios fuera superior a nuestros pecados. Le aconsejé que, cada vez que recordara las escenas de Vietnam, pidiera perdón a Dios de todas las atrocidades que se cometen en el mundo.
Y Tom pudo confiar en Dios y sentir que Dios lo había perdonado y así perdonarse a sí mismo para poder vivir en paz.
Del libro “La alegría del perdón”, por el Padre Ángel Peña… puede descargar este y otros de sus libros en autorescatolicos.org/angelpena.
Comentarios
gracias por acercarnos a la misericordia del Señor cada día, lo agradezco de corazón
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