Me cuenta un buen amigo que hace varios años alguien llevaba un tiempo invitándolo a Misa. Cuando finalmente accedió era un Jueves Santo, así que llegó a la Misa de la Cena del Señor. Una vez allí, providencialmente, se ausenta uno de los doce escogidos para el lavatorio de los pies y lo sientan a él. No entendía lo que iba a pasar allí, pero decidió aceptar.
Dios tocó su corazón en aquella Misa, en especial, en el momento que el Sacerdote le lavaba los pies. Pudo experimentar perdón y sanación. Hoy nuestro amigo es un fiel seguidor de Jesús y sirve en su Parroquia.
En el Evangelio de hoy, san Marcos 1, 14-20, Jesús llama a Simón y Andrés con palabras sencillas: «Venid conmigo y os haré pescadores de hombres.» Dice la Palabra que ellos «inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron.»
Ser ‘pescadores de hombres’ no es difícil. Sólo necesitamos dar testimonio con nuestra vida y cuando llegue la ocasión, invitar. No hacen falta grandes discursos, ni juicios o regaños. Hace falta ver a nuestro hermano con caridad y misericordia. La misma misericordia con que nos miró Jesús a nosotros el día de nuestro llamado y la misma misericordia con que nos mira todavía hoy.
Tenemos todos desde nuestro Bautismo el llamado y la responsabilidad de ‘pescar’ a otros, para que también conozcan la salvación que el Señor nos ofrece. Para que conozcan la bondad y la misericordia de Dios.
Señor, ayúdame a compartir mi testimonio con la caridad, sencillez y con la apertura que tú nos enseñas. Ayúdame a demostrar tu amor compasivo y a confiar en ti cada día más. «Señor, enséñame tus caminos» (Salmo 24).
¡Adelante con fe!
Diácono Richie
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