La semana pasada estaba tranquilamente en mi hogar mientras escuchaba al Papa Francisco. Fui rápido a buscar lápiz y papel para tomar notas, pues me llamó la atención lo que escuché.
Decía nuestro querido Papa y estoy parafraseando: Toda la vida es una lucha marcada con contrastes y tentaciones, que son necesarios para avanzar en el camino de las virtudes, pues nos pone frente a la realidad de nuestra pequeñez.
Seguía: Quien considera que ya ha conseguido un grado de perfección, que no necesita conversión, que no necesita confesarse, que no vale la pena el esfuerzo; vive en la luna, vive en la oscuridad y no distingue el bien del mal.
Continuaba: Debemos pedirle a Jesús que nos de la capacidad y la fuerza para confrontarnos con nuestra debilidad. La valentía de abandonarnos a su misericordia y la sensatez de no bajar la guardia ante este esfuerzo.
Hermanos, un paso importante en nuestro crecimiento espiritual es reconocernos tal cual somos. Cuando podemos reconocer nuestras debilidades y flaquezas, las ponemos en las manos de Dios y le decimos: «Habla, que tu siervo te escucha» (1 Samuel 3). Cuando reconocemos nuestra pequeñez y aun así nos atrevemos a decir: «Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad» (Salmo 39). Él nos va a responder con la invitación que nos hace en el Evangelio: «Venid y lo veréis» (Juan 1). Para darnos cuenta de que «… hemos encontrado al Mesías.»
Amado Jesús, permite que tu presencia en mí me transforme interiormente. Que al reconocer mi pequeñez pueda dejarme llevar por tu grandeza y tu voluntad para mi vida.
¡Adelante con fe!
Diácono Richie
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