El problema del mundo hoy no es la pandemia. El verdadero problema del mundo es que vivimos de espaldas a Dios y no nos damos cuenta.
Orando con las lecturas de hoy, me llevaron a reflexionar sobre qué estoy haciendo para alimentar mi vida espiritual. El cuerpo lo cuido con ejercicios y dieta, pero ¿y mi alma?
Alguien me decía que no se siente atraído por la Misa. Yo le respondí que la Misa no es un entretenimiento, sino que vamos por fe.
No todo lo que recibimos podemos medirlo o cuantificarlo. Hay un misterio que va mucho más allá de nuestra comprensión humana. Mi interior cambia con cada Misa, al escuchar la Palabra, con cada Comunión recibida, nuestra vida va cambiando. No es magia, es Cristo Jesús, vivo, presente y real.
Cuando hacemos a Jesús el centro, cuando mantenemos nuestra mirada fija en Él, nuestro corazón cambia y eso se nota. ¿Qué sería de mí sin la Misa?
En el Evangelio de hoy (Lucas 1), dice que «… toda la sinagoga tenía los ojos fijos en Él.»
Debo reconocer que necesito ‘dar más rodillas’. Buscar ratos para orar a solas con el Señor y Adorarlo en el Santísimo Sacramento.
Señor, te pido la gracia para mantener mis ojos fijos en ti, que no me distraiga con las cosas del mundo, que pueda discernir con profundidad y con humildad lo que Tú me estás pidiendo hoy.
¡Adelante con fe!
Diácono Richie
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