«Señor, ¡qué bien se está aquí!» Hoy, segundo Domingo de Cuaresma, la liturgia nos presenta el Evangelio de la Transfiguración (Mateo 17, 1-9).
Pedro, Santiago y Juan tuvieron el enorme privilegio de presenciar anticipadamente la esplendorosa realidad de Cristo. Pero antes, fijémonos en la reacción de Pedro, que de momento parece que se está precipitando de nuevo y dice: «Si quieres, haré tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.»
Les cuento que esta es una de mis lecturas favoritas. Se me hace tan fácil dejar correr mi imaginación y situarme en la escena. Pedro y los demás reflejaban la inmensa alegría del momento. ¡Hermoso! Cada vez que pienso en esto se me quiere salir el corazón del pecho por la emoción.
Veámoslo así: Los discípulos presenciaron la gloria que irradiaba Jesús y lo vieron tal como se verá cuando vuelva al final de los tiempos. Estaban siendo preparados para que, cuando vieran a Jesús arrestado, flagelado y que lo crucificaban de la forma más cruel y abusiva, no se sintieran abandonados. La promesa de Dios prevalecería.
Cuenta la Palabra que tal fue el impacto de la visión y al escuchar la voz del Padre, que cayeron postrados en adoración.
Jesús te está esperando. Dice el Salmo 32: «Él es nuestro auxilio y escudo.» Te invito a postrarte en adoración y decirle, con humildad y corazón abierto: «¡Qué bien se está aquí!»
¡Adelante con fe!
Diácono Richie
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