Comenzó la Cuaresma, tiempo de conversión y de preparación. ¿Para qué? Como decía el Beato Carlos Manuel: “Vivimos para esa noche.” Se refería a la noche de la Pascua: La Resurrección de nuestro Señor.
Pero antes nos preparamos por 40 días, como Jesús en el desierto. Relato que leemos hoy en el Evangelio (Mateo 4, 1-11), dice: «En aquel tiempo, Jesús fue llevado al desierto por el Espíritu para ser tentado por el diablo.»

Fíjate que el diablo, al tentarlo, no le habló directamente de comer, sino que trató de hacerle dudar del amor y la protección de su Padre. Así mismo, según la primera lectura de hoy, la serpiente tentó a Eva. Tampoco le dijo directamente que comiera, sino que le sembró la duda.
Así nos tienta a nosotros. Creando dudas en nuestra mente, creando división. El tentador utiliza el engaño para hacernos desconfiar del Padre. Lo hace especialmente en nuestros momentos de mayor debilidad, como cuando estamos enfermos, heridos o cuando ayunamos.
Recordemos que la tentación es la antesala al pecado. Pero ya que reconocemos sus artimañas, podemos combatirlas.
Recuerda que, a pesar de tus fallas, el Señor nunca deja de amarte. La Biblia está llena de ejemplos. Dios nos ofrece su misericordia y su perdón a todos. Deja que Dios, que te ama con locura, transforme tu corazón.
Que este tiempo de Cuaresma sea uno de renovación y gracia.
¡Adelante con fe!
Diácono Richie
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