Hoy, segundo domingo de Cuaresma, proclamamos el Evangelio de la Transfiguración del Señor. Usamos el relato de san Marcos 9, 2-10.
Al empezar su ministerio, Jesús recibió una revelación. Me refiero al momento en que se abrieron los cielos al ser bautizado por Juan. Ahora recibe, juntos a tres de sus Apóstoles, otra comunicación divina justo cuando manifiesta el culmen de su misión: la Pasión.
La Transfiguración ocurre unos días después del primer anuncio de su pasión. Noticia que fue tomada con sorpresa e incredulidad por sus discípulos.
A pesar de los muchos milagros, Jesús no había logrado convencer a aquella gente; pero ahora su sacrificio será más eficaz para encender el amor y el espíritu de sacrificio en todos los que en adelante continuarán su obra salvadora.
Hermanos, ninguno de nosotros está exento de dificultades. Y precisamente, cuando las dificultades parece que nos ahogan, debemos tomar la decisión de decirle sí a Jesús. Acercarnos con humildad y fe, y decirle: ¡Señor, te elijo a ti de nuevo!
Es ahí cuando el Señor hace el milagro: hacernos aceptar y amar nuestra cruz sin que nos importe lo grande o difícil que parezca, porque nos damos cuenta que nunca estaremos solos; Él nos acompaña.
Dice el Papa Francisco: “la Transfiguración anima a todos los fieles a llevar la luz de Dios a los demás con actos concretos de amor y servicio.”
Añade: “Se revela la majestad de Dios, la belleza de Dios, pero Dios es amor y entonces los discípulos han visto con sus ojos la belleza y el esplendor del amor divino encarnado en Cristo. ¡Han tenido un anticipo del paraíso!”
Señor, te pido que los sacrificios y celebraciones de esta Cuaresma me fortalezcan y me ayuden en mi camino de conversión. Señor, ayúdame a elegirte a ti cada día.
¡Adelante con fe!
Diácono Richie
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