¿dónde?
¿dónde buscas a Dios?
¿dónde lo descubres?
En el pasaje evangélico de hoy vemos como Jesús trata de explicarles —una vez más— a los fariseos Quién es Él, porque reconociéndolo habrán encontrado a Dios. Pero los fariseos, en su soberbia, se niegan a comprender lo que Jesús les dice. Es interesante como estando cara a cara con Jesús, los fariseos —incluso muchos de los que caminaban a su lado también— fallan en reconocer al Emmanuel, al Dios-con-nosotros.
Hoy no resulta muy distinto. Jesús se nos presenta, cara a cara en la Eucaristía (y en todos los sacramentos), pero vemos tan poca devoción en algunos que tenemos que preguntarnos si lo reconocerán… o si, como los fariseos, les cuesta ver a Dios vivo y presente frente a ellos.
Esto es muy importante para el católico… tenemos, porque tenemos, porque tenemos que encontrarnos con Jesús. No en forma “espiritual”, sino físicamente, Él y nosotros, frente a frente, cara a cara. Porque en ese encuentro es que encontramos el verdadero sentido de su sacrificio y su amor por nosotros.
El Padre Guillermo Serra , en su libro “Jesús de mi alma”, tiene una oración preciosa que nos habla de ese encuentro personal y cercano con el Maestro. Oremos juntos con ella, pero sobre todo, busquemos la oportunidad para ir al encuentro con Jesús en el Sagrario o en la Eucaristía.
El encuentro contigo es Cara a cara.
Los dos solos en la playa de mi alma.
Tú me miras, Señor, en lo profundo.
Me transformas con la fuerza de tu gracia.
Me invitas a seguirte en este tiempo.
Tu mensaje no ha pasado, es siempre nuevo.
El encuentro contigo es Cara a cara.
Tus palabras, buscan eco en mi palabra.
Otras vidas hace más de dos milenios
dejaron en la arena sus recuerdos
y se fueron contigo a otras playas
a conquistarlas, con el amor de tus pisadas.
Hoy, Señor, quiero seguirte en el desierto
de un mundo al que tu verdad le talla dentro.
Hoy te sigo porque sé que es posible
embriagar con otro vino a hombres tristes.
Tu vino, que sabe a eternidad y cielo.
Tu Sangre, que nos dio esperanza y nuevo vuelo.
Llévame de tu mano, Buen Maestro,
enséñame a pisar sobre tus huellas.
Que todo el que me vea, encuentre un reflejo
de tu vida, de tu amor y de tu consuelo.
Y recuérdame siempre, que en silencio
debo buscar en la playa de mi vida,
el encuentro contigo Cara a cara.
Comentarios
Cada día que he tomado tiempo para orar con estas reflexiones, he sentido como el Señor Jesús habla conmigo, me corrige, me ama, me va conduciendo y me dice que a pesar de mi pecado, El me sostendrá.
He aprendido mucho y más que todo, me he convencido que el sufrimiento que pueda estar pasando, es para mi propio bien.
Gracias por su tiempo al enviarnos estos correos.
Sonia de Rojas
AMÉN.
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