El camino de Cuaresma 33

observa
el mundo con amor,
con los ojos de Dios

Hay un antiguo proverbio oriental que dice: “En una noche oscura, dentro de una oscura cueva, detrás de una piedra oscura, sobre el oscuro suelo, hay una pequeña hormiguita negra… ¡y Dios la ve!” Yo diría más: no se trata tanto de que Dios la vea, sino que Dios la ama. Ese es el gran Misterio de Dios, que ama a toda su creación con un amor inmenso y personal.

No sé si lo has pensado, pero Dios nos ama a ti y a mí de una forma perfecta y única. Con un amor que no conoce límites ni fronteras. Con un amor que no se fija en nuestras debilidades ni en nuestros pecados, sino que está siempre buscando la forma como perdonarnos y liberarnos y salvarnos. No se trata de que a Dios le dé lo mismo si pecamos o no: ¡claro que le importa lo que hagamos! Pero porque le importa, no pierde ninguna oportunidad para ofrecernos su amor misericordioso e incondicional.

De eso se trata el pasaje del Evangelio de este V Domingo de Cuaresma, de ese amor que lo perdona todo y a todos le ofrece la oportunidad de la salvarse. La mujer adúltera había sido sorprendida en su pecado y la llevaron donde Jesús para probarlo. Esperaban que Él aplicara sobre ella todo el peso de la Ley de Moisés, que pedía la muerte de la pecadora. Pero Jesús le da un giro a la prueba… Él mira a la mujer con el amor de Dios en los ojos y el juicio deja de estar sobre su adulterio, para recaer sobre los pecados escondidos de cada uno de sus acusadores. En realidad a aquella gente no le importaba el pecado de la mujer, sino que, con su legalismo, ellos pretendían juzgar a Jesús. Pero al quedar cada uno frente a su pecado, poco a poco se fueron alejando hasta quedar la mujer a solas con Él.

Es interesante el silencio de Jesús… un silencio que no juzga, sino que abre la puerta a la reflexión y el autoarrepentimiento. Luego, cuando están solos le dice: “vete y en adelante no peques más”. Esto es hermoso porque nos demuestra que Dios, en su infinito amor, solamente desea que el pecador se arrepienta y viva.

Nos acercamos a la recta final de nuestro camino de Cuaresma conscientes de que cada uno de nosotros está representado en la mujer adúltera. Aprovechemos este tiempo antes de la Semana Santa para reflexionar sobre nuestra vida y pidámosle a Dios la gracia de poder vernos de la forma cómo Él nos ve… ojalá esto nos mueva al arrepentimiento y a la reconciliación con Dios.

Señor Jesús, tu silencio cala hondo,
nos hace encontrar con nuestra propia historia,
con nuestra realidad y fragilidad
y cuando hablas simplemente dices:
“Yo tampoco te condeno…”.
Con tu actitud Tú nos desarmas,
nos dejas indefenso ante la verdad.
Tu gesto acogedor y silencioso
fue más elocuente que la actitud de los fariseos,
más penetrante que un regaño o un reproche,
porque ayudó a esa mujer a ser consciente
de lo que había hecho,
de su actitud y de su situación.
Señor, en este tiempo de Cuaresma,
danos la gracia para darnos cuenta
de nuestros pecados,
de las raíces de nuestras faltas y debilidades,
y concédenos los medios para no volver a pecar,
para abandonar nuestra vida sin Ti,
para cambiar de vida y actitudes,
para convertirnos y volver a Ti.
Que así sea.