no acalles
el mensaje de Dios
con el mensaje del mundo
Según Jesús se iba acercando a Jerusalén, la opinión de la gente iba tomando forma. Muchos creían que Él era el Mesías, la autoridad con la que hablaba y los signos que hacía daban testimonio de Él. Pero los fariseos y los sumos sacerdotes se rehusaban a ver la realidad, y aprovechaban cualquier excusa para rechazar a Jesús y su mensaje.
Hoy en día sucede igual que en tiempo de Jesús. Creemos en Jesús y creemos que Él está vivo en la Iglesia, en la Eucaristía y en los Sacramentos. Pero, aunque creemos, el mundo que nos rodea —la sociedad con sus tendencias modernistas— está constantemente tratando de acallar nuestra fe. ¿No lo has notado? Los ataques continuos contra la Iglesia y los sacerdotes, la falta de devoción de muchos católicos, la permisividad de los pecados, la ausencia de moral y el adoctrinamiento de nuestros niños y jóvenes… el mundo nos bombardea con ideas contrarias a lo que nos pide Jesús en los Evangelios.
El tiempo de Cuaresma nos ofrece muchas oportunidades para reafirmar nuestro amor por Dios y de poner nuestra fe por encima de las cosas que el mundo nos ofrece. Recemos todos juntos con esta sencilla oración del Padre Guillermo Serra:
Señor,
si camino contigo
no existe camino en soledad;
ni tiempo mal gastado.
Dame, Señor,
la sabiduría para elegir lo que debo,
docilidad para aceptar tu voluntad;
y prudencia para obrar según lo que deseas.
Que mis pasos sean acertados,
porque tengo la seguridad
de que sigo tus caminos.
Que mi corazón ame tu Voluntad
y comprenda que lo mejor para mí
siempre es y será
seguir con fidelidad lo que planeaste para mí.
No permitas
que mi soberbia desarme tus planes
y mis decisiones sean solo mías.
Que siempre, antes de decidir,
considere todos los caminos
en tu presencia.
Sé el Dueño y Señor
de todos mis caminos,
y el amo por excelencia
de todos mis sentimientos.
Hoy me guardo
por completo bajo tu mirada,
consagro mis decisiones a tu entera Voluntad
y todos mis pasos a la compañía de mi Madre,
Santísima María.
Que a partir de hoy,
nada sea mío, sino tuyo,
mi Señor del tiempo,
de mis caminos y de mi corazón.
Amén.
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