Hoy celebramos la Ascensión del Señor. Veamos cómo la describe el Catecismo en el #659:
“Con esto, el Señor Jesús, después de hablarles, fue elevado al Cielo y se sentó a la diestra de Dios. El Cuerpo de Cristo fue glorificado desde el instante de su Resurrección como lo prueban las propiedades nuevas y sobrenaturales, de las que desde entonces su cuerpo disfruta para siempre.”

Recordemos que esta es la última vez que Jesús aparece físicamente visible entre sus discípulos. Nuestro Señor vuelve a la gloria, que desde la eternidad comparte con el Padre y el Espíritu Santo y lleva consigo a la humanidad redimida.
Y, ¿por qué esto es importante para nosotros? Veámoslo así: El Señor resucitado y ascendido al cielo, nos promete prepararnos un lugar para que un día lleguemos a compartir la gloria de su morada. Nosotros confiados en su promesa, nos entregamos en sus manos confiados en que Él nos perdonará, nos sanará, nos resucitará y nos glorificará.
Dice la primera lectura (Hechos 1,1-11), «¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo?»
Dice en el Evangelio (Mateo 28, 16-20), «Al verlo, ellos se postraron, pero algunos vacilaban.»
Y tú, ¿eres de los que vacila, de los que se quedan plantados mirando, o de los que se postran ante Él?
Finalmente, la promesa no puede ser más clara: «Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.»
¡Gracias Señor! ¡Alabo tu Nombre y me postro ante ti!
¡Adelante con fe!
Diácono Richie
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