Custodia el corazón

“Custodia el corazón” es un librito de bolsillo que el Papa Francisco le regaló a los peregrinos que acudieron al rezo del Ángelus en la Plaza de San Pedro el 22 de febrero de 2015. En él, el Papa insiste en la importancia del examen de conciencia y nos ofrece unas guías para hacer una buena confesión. Aprovechemos este tiempo de Cuaresma para limpiar nuestro corazón acudiendo al sacramento de la reconciliación.

¿Custodiamos bien nuestro corazón? Es necesario custodiar nuestro corazón donde habita el Espíritu Santo “para que no entren los demás espíritus”. “Cuántas veces entran los malos pensamientos, las malas intenciones, los celos, las envidias. Tantas cosas, que entran. ¿Pero quién ha abierto aquella puerta? ¿Por dónde han entrado? Si yo no me doy cuenta” de cuanto “entra en mi corazón, mi corazón se convierte en una plaza, donde todos van y vienen. Un corazón sin intimidad, un corazón donde el Señor no puede hablar y ni siquiera ser escuchado”.

En este sentido, es recomendable la práctica, muy antigua “pero buena”, del examen de conciencia. “Quién de nosotros a la noche, antes de terminar el día, cuando se queda solo” y en silencio, “no se pregunta: ¿qué sucedió hoy en mi corazón? ¿Qué sucedió? ¿Qué cosas pasaron por mi corazón?”

Es un ejercicio importante, una verdadera “gracia” que puede ayudarnos a ser buenos custodios. Porque, como recordó el Papa, “los diablos vuelven siempre, incluso hasta el final de la vida”. Y para vigilar que los demonios no entren en nuestro corazón es necesario saber “estar en silencio ante nosotros mismos y ante Dios”, para verificar si en nuestra casa “entró alguien” que no conocemos y si “la llave está en su lugar”. El Papa concluyó diciendo que esto “nos ayudará a defendernos de muchas maldades, incluso de las que nosotros mismos podamos realizar”.

Papa Francisco
Meditación en Santa Marta, 10 de octubre de 2014

¿Por qué confesarse?

¡Porque somos pecadores! Es decir, pensamos y actuamos de modo contrario al Evangelio. Quien dice estar sin pecado es un mentiroso o un ciego. En el sacramento Dios Padre perdona a quienes, habiendo negado su condición de hijos, se confiesan de sus pecados y reconocen la misericordia de Dios. Puesto que el pecado de uno solo daña al cuerpo de Cristo que es la Iglesia, el sacramento tiene también como efecto la reconciliación con los hermanos.

¿Cómo confesarse?

No es siempre fácil confesarse: no se sabe que decir, se cree que no es necesario dirigirse al sacerdote… Tampoco es fácil confesarse bien: hoy como ayer, la dificultad más grande es la exigencia de orientar de nuevo nuestros pensamientos, palabras y acciones que, por nuestra culpa, nos distancian del evangelio. Es necesario un camino de auténtica conversión, que lleva consigo un aspecto “negativo” de liberación del pecado, y otro aspecto “positivo” de elección del bien enseñado por el Evangelio de Jesús. Este es el contexto para la digna celebración del sacramento de la Penitencia. El camino a recorrer, comienza por la escucha de la voz de Dios y prosigue con el examen de conciencia, el arrepentimiento y el propósito de la enmienda, la invocación de la misericordia divina que se nos concede gratuitamente mediante la absolución, la confesión de los pecados al sacerdote, la satisfacción o cumplimiento de la penitencia impuesta, y finalmente, con la alabanza a Dios por medio de una vida renovada.

¿Qué confesar?

«El que quiere obtener la reconciliación con Dios y con la Iglesia debe confesar al sacerdote todos los pecados graves que no ha confesado aún y de los que se acuerde, tras examinar cuidadosamente su conciencia. La confesión de las faltas veniales, está recomendada vivamente por la Iglesia» (Catecismo de la Iglesia Católica, 1493).

Examen de conciencia

Consiste en interrogarse sobre el mal cometido y el bien emitido: hacia Dios, el prójimo y nosotros mismos.

En relación a Dios

¿Solo me dirijo a Dios en caso de necesidad? ¿Participo regularmente en la Misa los domingos y días de fiesta? ¿Comienzo y termino mi jornada con la oración? ¿Blasfemo en vano el nombre de Dios, de la Virgen, de los santos? ¿Me he avergonzado de manifestarme como católico? ¿Qué hago para crecer espiritualmente, cómo lo hago, cuándo lo hago? ¿Me revelo contra los designios de Dios? ¿Pretendo que Él haga mi voluntad?

En relación al prójimo

¿Sé perdonar, tengo comprensión, ayudo a mi prójimo? ¿Juzgo sin piedad tanto de pensamiento como con palabras? ¿He calumniado, robado, despreciado a los humildes y a los indefensos? ¿Soy envidioso, colérico, o parcial? ¿Me avergüenzo de la carne de mis hermanos, me preocupo de los pobres y de los enfermos? ¿Soy honesto y justo con todos o alimento la cultura del descarte? ¿Incito a otros a hacer el mal? ¿Observo la moral conyugal y familiar enseñada por el Evangelio? ¿Cómo cumplo mi responsabilidad de la educación de mis hijos? ¿Honro a mis padres? ¿He rechazado la vida recién concebida? ¿He colaborado a hacerlo? ¿Respeto el medio ambiente?

En relación a mí mismo

¿Soy un poco mundano y un poco creyente? ¿Como, bebo, fumo o me divierto en exceso? ¿Me preocupo demasiado de mi salud física, de mis bienes? ¿Cómo utilizo mi tiempo? ¿Soy perezoso? ¿Me gusta ser servido? ¿Amo y cultivo la pureza de corazón, de pensamientos, de acciones? ¿Nutro venganzas, alimento rencores? ¿Soy misericordioso, humilde, y constructor de paz?

Acto de contrición

Jesús, mi Señor y Redentor, yo me arrepiento de todos los pecados que he cometido hasta hoy, y me pesa de todo corazón porque con ellos he ofendido a un Dios tan bueno. Propongo firmemente no volver a pecar y confío en que por tu infinita misericordia me has de conceder el perdón de mis pecados, y me has de llevar a la vida eterna. Amén.

Comentarios

  1. Por favor necesitamos ese librito nosotros también. Por favor enviénlo!

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