En el Evangelio de hoy (Marcos 7, 1-8. 14-15. 21-23) Jesús dice: «Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí.» Y añade: «El culto que me dan está vacío, porque la doctrina que enseñan son preceptos humanos.»
Ciertamente vivimos tiempos bien difíciles. No sólo la pandemia, sino los huracanes, terremotos, la economía y para completar, los conflictos entre países.
A estos, le añadimos los problemas propios. Les comparto, mi esposa y yo estamos de viaje, en visita de nietos. Cargando las maletas me lastimé la espalda y se me complicó con un fuerte malestar estomacal, debido a los medicamentos. Pasé dos días acostado y sintiéndome muy mal.
He aprendido a no quejarme y a aprovechar este tiempo para orar más. Pero les confieso que no siempre fue así. Antes, al enfermarme me molestaba, me quejaba y pensaba en todas las cosas que tenía pendiente y no podría cumplir.
No es que ahora sea perfecto. Pero a través de la oración, he aprendido a abrazar la cruz. Ahora lucho por estar más cerca del Corazón de Jesús, en lugar de preguntarme dónde está Dios y porqué me deja solo.
Procuro dejarme encontrar por Él, dejarme abrazar y amar. Es decir, dejo que mi corazón y el de Jesús se acerquen cada día un poco más.
La segunda Lectura de hoy es hermosa: «Aceptad dócilmente la palabra que ha sido plantada y es capaz de salvaros. Llevadla a la práctica y no os limitéis a escucharla, engañándoos a vosotros mismos» (Santiago 1, 21b-22).
¡Adelante con fe!
Diácono Richie
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