Todos nos encogeríamos tan solo de pensar en tener la boca llena de gravilla. Pero una piedra en la boca, en realidad, puede ser deseable, al menos ese parece ser el caso de las grullas que habitan las montañas Taurus al sur de Turquía.
Estas grullas tienden a cacarear mucho, sobre todo mientras vuelan. Todo ese ruido capta la atención de las águilas, las cuales se abalanzan sobre ellas y se las comen. Las grullas experimentadas evitan esta amenaza recogiendo piedras lo suficientemente grandes como para que les llenen la boca. Esto les impide cacarear… y así evitan convertirse en el almuerzo de las águilas.
La gente también tiene problemas con la boca. El escritor sagrado del libro de Proverbios dice: «Quien vigila su boca, guarda su vida; quien abre sus labios, busca su ruina» (13, 3); o bien: «Los labios del necio se meten en el proceso, y su boca llama a los golpes. La boca del necio es su ruina, y sus labios una trampa para su vida» (18, 6-7).
¡Cuántos de nuestros problemas se podrían evitar si aprendiéramos a controlar nuestra lengua! ¡Cuánto del dolor que causamos a los demás se podría evitar si guardáramos las palabras que salen de nuestra boca! Reflexionemos sobre esto durante este tiempo de Cuaresma… el ayuno de la lengua puede ser una buena resolución que nos ayudará a crecer en el camino de perfección al que el Señor nos invita.
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