Navegando por Internet podemos encontrarnos en cierta página de preguntas y respuestas la siguiente: ¿Para qué murió Jesús? Se dan diversas respuestas según el criterio y la fe o falta de fe de cada quien: unos dijeron: “para salvarnos”; otros, “eso es un invento”; otros, “Tenía una misión en la tierra y la cumplió a pesar del sufrimiento que le causó”. Para ti, hermano y hermana, ¿por qué o para qué Cristo entrega su vida? ¿Qué compromiso de vida implica?
La meta de la vida, la muerte y la resurrección de Jesús fue restaurar en nosotros los humanos el entendimiento correcto de Dios como Amor Divino. La meta de Jesús no era “cambiar el modo de pensar de Dios”, ni era la meta de Dios causarle sufrimiento a Jesús para calmar el enojo que tenía por nuestros pecados. Jesús lo que quería y quiere es que cambiemos nuestro modo de pensar…, que comprendamos que Dios es Amor y quiere que nosotros, que somos imagen y semejanza suya, seamos Amor. Jesús lucha contra las falsas ideas que la gente tiene de Dios: la humanidad piensa que Dios se enoja o es cruel, que Dios está lejos de nosotros, que debemos temerle porque nos castiga o no nos ama. Cristo nos salva de creer en un dios falso. Su entrega de amor hace que nos reconciliemos con el verdadero Dios, el Dios Amor.
Jesús dedicó su vida, su muerte y su resurrección a una campaña de amor, para que descubramos que el Amor Divino es cercano y que está al alcance de todos. Nos dice en el Evangelio según San Juan que el amor de Dios es tan grande que «le entregó al mundo a su Hijo único para que todo el que crea en él no muera, sino que tenga vida eterna» (Juan 3, 16). Dios es misericordia, siempre dispuesto a sanar, a salvar, a perdonar, a liberar… Por eso Jesús nos dice en el mismo Evangelio de San Juan: «Nadie tiene amor más grande que quien da la vida por sus amigos. Ustedes son mis amigos, si hacen lo que yo le mando» (Juan 15, 12-13), y cuál es el mandato: Amarnos.
Jesús entrega su vida para que abramos nuestros ojos y nuestro corazón al amor de Dios que se nos hace presente en lo común y corriente de cada día. Que sepamos perdonar, ser solidarios, que estemos dispuestos a mirar a nuestro lado, dejar nuestros egoísmos y ser signos del amor de Dios en este mundo. Jesús, el Hijo del Amor Divino, fue a su cruz para cambiarnos a nosotros, para que seamos amor del Amor de Dios. Vivamos así todo el misterio pascual que comenzaremos a rememorar el próximo domingo, con el domingo de ramos y culminaremos con el triunfo de Jesús sobre la muerte.
Correspondamos al amor de Jesús, que da la vida por nosotros, viviendo con verdadero amor la Semana Santa. Participemos con atención e interés de las celebraciones que se van a realizar, descubriendo en ellas cómo nos ama Dios y asumiendo el compromiso de amarlo, amando a los demás.
Catequesis #12 (La Familia: iglesia doméstica), tomada de las catequesis dominicales de la Arqidiócesis de San Juan en preparación para el Trienio para el V Centenario.
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