Con tantos sucesos que están ocurriendo el mundo… creo que debemos dedicar este día para orar todos unidos por la Paz… olvidemos por hoy nuestras necesidades inmediatas, el Señor las conoce y sabe todo lo que nos hace falta… en su lugar, ofrezcamos nuestras oraciones pidiéndole que derrame su misericordia sobre el mundo y nos conceda su paz…
Quiero comenzar con está oración de san Juan Pablo II por la paz…
Dios de nuestros padres,
¡grande y misericordioso!
Señor de la vida y de la paz,
Padre de todos los hombres.
Tu voluntad es la paz, no un tormento.
Condena la guerra
y derroca el orgullo de los violentos.
Enviaste a tu Hijo Jesucristo
para predicar la paz
a los que están cerca de Él
y a otros que no lo están tanto,
y unir a todas las razas
y generaciones en una sola familia.
Oye el grito de todos tus hijos,
motivo de angustia de toda la humanidad.
Que no haya más guerra,
esta mala aventura
de la que no hay vuelta atrás.
Que no haya más guerra,
este torbellino de la lucha y la violencia.
Haz que se detengan las guerras
que amenazan a tus criaturas
en el cielo, en la tierra y en el mar.
Con María, la Madre de Jesús y la nuestra,
te rogamos,
habla a los corazones de las personas responsables
de la suerte de las naciones.
Destruye la lógica de la venganza y danos,
a través del Espíritu Santo,
ideas de nuevas soluciones,
generosas y nobles,
en el diálogo y la espera paciente,
más fructíferas que los actos violentos de la guerra.
Padre, concede a nuestros días
los tiempos de paz.
Que no haya más guerras.
Amén.
Señor Jesús,
Tú guías sabiamente
la historia de tu Iglesia y de las Naciones,
escucha ahora nuestra súplica.
Nuestros idiomas se confunden
como antaño en la torre de Babel.
Somos hijos de un mismo Padre
que Tú nos revelaste,
pero no sabemos ser hermanos,
y el odio siembra más miedo y más muerte.
Danos la paz que promete tu Evangelio,
aquella que el mundo no puede dar.
Enséñanos a construirla
como fruto de la Verdad y de la Justicia.
Escucha la súplica de María Madre
y envíanos tu Espíritu Santo,
para reconciliar en una gran familia
a los corazones y los pueblos.
Venga a nosotros el Reino del Amor,
y confírmanos en la certeza
de que Tú estás con nosotros hasta el fin de los tiempos.
Amén.
—Padre Ignacio Larrañaga
Te suplicamos Oh Señor, Dios Nuestro;
que pongas la Paz del Cielo
en los corazones de los hombres,
para que puedas unir a las naciones
en una alianza inquebrantable,
en el Honor de Tu Santo Nombre.
Purifícanos con la limpieza de Tu Verdad
y guía nuestros pasos en santidad interior.
Danos concordia y paz a nosotros
y a todos los seres vivos de la tierra,
como la distes a nuestros padres cuando te suplicaron,
con fe verdadera,
dispuestos a obedecer al Santísimo y Todopoderoso.
Concede a los que nos gobiernan y nos conducen en la tierra,
un recto uso de la soberanía que les has otorgado.
Señor, haz sus criterios conformes
a lo que es bueno y agradable a Ti,
para que, utilizando con reverencia, paz y bondad
el poder que les has concedido,
puedan encontrar favor ante Tus ojos.
Solo Tú puedes hacerlo,
esto y mucho más que esto.
¡Gloria a Ti!
¡Ahora y Siempre!
—San Clemente, Papa (Roma, año 101)
Por el mundo entero,
para que cese y desaparezca el terrorismo
y todo germen de violencia,
los terroristas y sus inductores se conviertan,
los amenazados encuentren ayuda cristiana,
las víctimas alcancen el descanso eterno,
sus familiares el consuelo y el amor fraterno,
y todos la paz de Dios.
Amén.
—Cardenal Antonio María Rouco Varela
Señor,
hazme un instrumento de tu paz:
allí donde haya odio, que yo ponga el amor;
allí donde haya ofensa, que yo ponga el perdón;
allí donde haya discordia, que yo ponga la unión;
allí donde haya error, que yo ponga la verdad;
allí donde haya duda, que yo ponga la fe;
allí donde haya desesperación, que yo ponga la esperanza;
allí donde haya tinieblas, que yo ponga la luz;
allí donde haya tristeza, que yo ponga alegría.
Señor,
haz que yo no busque:
ser consolado sino consolar;
ser comprendido sino comprender;
ser amado sino amar.
Porque:
dando es como se recibe;
olvidándose de sí es como uno se encuentra;
perdonando es como se recibe el perdón;
y muriendo es como se resucita a la Vida Eterna.
Amén.
—San Francisco de Asís
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