
Jesús, te adoro en el momento de tu encamación. Adoro tus primeros pensamientos, tus primeros actos de adoración, oblación, amor y alabanza para tu Padre celestial. Que por siempre seas alabado, bendecido, adorado y amado por el honor que le has tributado.
A la luz de la fe, contemplo los grandes designios que tienes sobre María. En ella se cumple este misterio. Adoro los primeros efectos de gracia, de luz y santidad que has obrado en tu Santa Madre en este momento. Alégrate, Virgen María, porque el Todopoderoso ha realizado en ti maravillas. Has llevado en ti a quien los cielos no pueden contener. Bendita seas entre todas las mujeres y bendito sea el fruto de tu vientre, Jesús.
Jesús, al contemplar a tu Padre, en el momento de tu encarnación, también te has fijado en mí. Has pensado en mí, me has amado, te me has dado. Al comenzar a vivir en la tierra comenzaste a vivir para mí. Desde este momento has tenido el designio de grabar en mí una imagen perfecta de tu encamación. De unirme a ti, de unirte tú a mí, por tu gracia y tus sacramentos. De llenarme de ti, de establecerte en mí, de formarte en mí, para vivir y reinar allí perfectamente. Gracias, Jesús, amén.
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AMÉN.
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