Después de la noche viene el día. ¿Lo crees? Y si te digo que, después de la tormenta, viene la calma. ¿También lo crees? No es fácil ver durante la tormenta. Tampoco podemos ver en la oscuridad, pues necesitamos luz.
El Evangelio de hoy (Juan9, 1-41) nos presenta al ciego, que siguió la voluntad de Dios y vio. Le llegó la luz. Todos estamos llamados a ser luz. La luz da vida a las cosas. Jesús quiere iluminarnos el camino, pero a veces nos resistimos.
Ante la situación que vivimos me pregunto: ¿Para qué Dios ha permitido esta prueba? ¿Será que el Señor quiere iluminarme el camino? ¿Será que Dios quiere que haga Su voluntad y no la mía? ¿Será que quiere que me acerque más a Él? ¿Será que Dios quiere que yo sea luz para otros? ¿Me está llamando el Señor? ¿Cómo puedo servirle?
Tantas preguntas me surgen. Reconozco que Él quiere que saque más tiempo para orar. Ahora que estoy en casa, descubro que tengo el tiempo. El Señor me ha regalado un retiro de varias semanas. Confío en que este virus pasará y nos abrazaremos nuevamente. Estamos todos viviendo una Cuaresma distinta. Recuerda, después de la Cuaresma viene la Pascua. Confía.
El Señor permite esto por un bien mayor. ¿No entiendes? Pues yo tampoco. Pero hoy, con total confianza le digo: Señor, quiero escuchar Tu voz. Quiero hacer Tu voluntad. Dame de Tu luz que quiero ver. Guíame Señor. No entiendo, pero gracias por el bien que quieres de esto. ¡TE AMO JESUS!
¡Adelante con fe!
Diác. Richie
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AMÉN.
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