Pequeño Niño Jesús:
Aunque es de noche
y hay tanta pobreza en este lugar,
puedo reconocer que eres Dios
y quiero tomarte en mis brazos,
abrazarte y acogerte en mi corazón.
He intentado preparártelo
y te lo ofrezco como cálido refugio,
desearía que te sintieras a gusto en él
y te quedaras para siempre.
Cuánto agradecimiento siento
por tu madre, María,
y por todos los que de alguna manera
prepararon tu venida.
Intentaré amarte cada día,
servirte en lo que necesites
como frágil ser humano,
con ternura y abnegación.
Hasta que seas Tú quien me bendigas,
me guíes y me rescates.
En ti pongo toda mi fe
y de rodillas te adoro con todo mi ser.
Tú, pequeño Jesús, mi Dios,
eres la luz que ilumina el mundo,
la esperanza que alegra mi alma,
el Camino, la Verdad y la Vida.
Fuente: Aleteia.org
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