Guy de Larigaudie, en su libro “Buscando a Dios”, nos habla de su manera de orar, viendo a Dios en todas las cosas de la naturaleza y diciéndole continuamente que lo amaba. Dice: Tan hermoso es pelar patatas por amor de Dios como edificar catedrales. Descabezando zanahorias, masticando una brizna de hierba, afeitándose por la mañana, se le puede decir a Dios sin cansarse, sencillamente, que lo amamos… Y hablarle, incluso saltando de alegría bajo el sol de la playa o esquiando sobre la nieve. Tener a Dios siempre cerca, como a un compañero del que podemos fiarnos… ¡Hace falta tan poco para que los buenos lleguen a ser santos! Simplemente más amor de Dios, mayor sumisión a la voluntad de Dios, algo de sacrificio y el amor en las pequeñas cosas de cada día… Hay que amarlo todo: una orquídea bruscamente abierta en la jungla, un caballo hermoso, un gesto de niño, un chiste, una sonrisa de mujer. Hace falta admirar toda la belleza, descubrirla, aunque sea en el lodo, y elevarla hacia Dios… Hay que acostumbrarse a hablar familiarmente con Dios en la soledad y en el silencio de la creación… Nuestra vida no es más que una sucesión de gestos ínfimos que, divinizados, labran nuestra eternidad.
Dios mío, te ofrezco este día. Todas mis acciones, todos mis pensamientos, todas mis palabras, todos mis gestos. Todas mis alegrías y mis tristezas. Todo el bien que pueda hacer en este día, Dios mío, lo deposito a tus pies para tu gloria y salvación de las almas.
Él todo lo hacía por amor a Dios, hasta las pequeñas cosas de cada día. Era como estar diciendo a Dios en cada momento: Señor, te amo. Por eso, sonreía a todos y los amaba con el amor de Dios. Dice: Sonríe siempre. Sonríe al pobre, a quien das limosna; a la señora a la cual cediste el asiento; al señor que se disculpa por haberte pisado. Es muy difícil, a veces, dar con la palabra justa, la actitud verdadera, el gesto apropiado. Sonriendo, se arreglan fácilmente las cosas. La sonrisa es un reflejo de la alegría. Es su fuente. Y donde reina la alegría, también florece la amistad. Seamos portadores de sonrisas y de este modo, sembradores de alegría.
Para él, el amor a Dios y al prójimo estaban íntimamente unidos. Y nosotros debemos hacer de nuestra vida una continua oración, es decir, un acto de amor continuo, a Dios y a los demás. Esto resulta fácil teniendo la intención de hacerlo todo por amor y repitiendo a Jesús antes de cada acción: Señor, por tu amor; te lo ofrezco con todo cariño.
Del libro “La oración del corazón”, por el Padre Ángel Peña… puede descargar este y otros de sus libros en autorescatolicos.org/angelpena.
Comentarios
Gracias JESUS por los favores cocedidos y los que me vas a conceder
Gracias Señor por amarme tanto, por estar siempre presente en mi vida y ayudarme justo en el momento preciso que más necesito de Tí!!! Te amo Jesús con todo mi corazón, con todo mi ser!!!
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