La oración del corazón | Amar a los demás (2)

La oración del corazón | Amar a los demás (2)

Amar a Dios puede ser tan sencillo como jugar con los niños y hacerlos felices. En la vida del monje Serafín de Sarov se cuenta que, después de muchos años de soledad en el desierto, volvió al monasterio y, como tenía fama de santo, muchos visitantes venían a verlo. Él se escondía entre los arbustos para que no lo vieran. Un día, una niña de cinco años lo descubrió y él se puso a jugar con ella. Cuando la niña encontró a su mamá, le dijo: Mamá, es extraordinario, es como nosotros, su carne es tierna y blanca como la nuestra.

Un autor cuenta su experiencia:

Un día pasé por la calle de un barrio pobre y vi sentado a la puerta de su casa a un anciano pobre, vestido muy pobremente, con sus manos arrugadas y su bigote blanco. El anciano estaba llorando. Al pasar, yo lo miré, le sonreí y lo saludé con la mano, pero no me atreví a acercarme a él y preguntarle qué le pasaba o qué necesitaba. Toda la tarde estuve pensando en él, parecía como si un insecto molesto me estuviera molestando continuamente y me estuviera recordando que había hecho mal y que no había tenido compasión de aquel hermano que sufría. Por la noche, al irme a acostar, no podía dormir pensando en él. Traté de olvidarme e hice el propósito de visitarlo al día siguiente.

Muy temprano, me desperté pensando en él. Preparé un termo con café, compré unos panecillos y algunas otras cosas y, a media mañana, me dirigí a su casa. Golpeé la puerta. Un hombre salió y me dijo:


– ¿Qué desea?

– Busco a un anciano que vive en esta casa.

– Mi padre murió ayer por la tarde.

– Me quedé decepcionado. Había llegado demasiado tarde.

– ¿Usted quién es?

– No importa. Ayer pasé junto a la puerta y vi a su padre que estaba llorando y no me atreví a preguntarle qué le pasaba. Por eso, hoy he vuelto para hablar con él y ver si podía ayudarlo.

– Ah, usted es la persona de la que habla en su Diario. Pase, le voy a enseñar lo que escribió en su última página. Dice: “Hoy me regalaron una sonrisa y un saludo amable. Hoy es un día bello para mí”.

– ¡Si yo me hubiera detenido unos momentos y hubiera conversado con su padre!

Entonces, el hijo me agradeció por mi saludo y mi sonrisa. Y me dijo:

– Si yo hubiera venido a visitarlo, al menos una vez en el último año, quizás su saludo y su sonrisa no hubieran significado tanto para él. Ahora he comprendido lo importante que es ayudar, servir, amar, sonreír y saludar a los demás, mientras todavía están vivos. Después puede ser demasiado tarde.


Del libro “La oración del corazón”, por el Padre Ángel Peña… puede descargar este y otros de sus libros en autorescatolicos.org/angelpena.

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