Algo muy importante en la vida es saber perdonarse a sí mismo por los errores o pecados cometidos.
Quizás se ha hecho un grave daño físico a sí mismo por imprudencia o por haber sido ignorante del peligro. Quizás se avergüenza de no haber sabido contestar en cierta ocasión a quien le insultaba o le dejaba en ridículo. O por haberse dejado engañar y estafar, y haber perdido mucho dinero. O por haber cometido excesos y abusos de los que ahora se avergüenza. En fin, por todo aquello de lo que se sienta avergonzado por su irresponsabilidad, ignorancia, imprudencia o maldad.
Si está arrepentido sinceramente, y Dios lo ha perdonado, ¿por qué no puede perdonarse a sí mismo para no cargar con un peso insoportable que no le dejará ser feliz de por vida? ¿Acaso Dios no quiere que sea feliz? Perdonarse a sí mismo y aceptarse como uno es, resulta indispensable para poder vivir en paz y armonía con Dios y con los demás.
Veamos algunos ejemplos… Una señora, al ver a su hija de cinco años manipulando el sexo, le gritó: Sucia, no hagas eso que es pecado. La niña se sintió culpable y sucia. Creía que era una basura ante Dios y ante los demás. ¿Qué podrían pensar de ella, si se enteraban de lo que había hecho? Dice el padre Marcelino Iragui que la niña se sintió tan sucia y culpable que, en su subconsciente, llegó a la conclusión: Dios no puede amarme, porque soy sucia. Por tanto, nadie debe amarme. Su autorrechazo y autocondenación llegó a ser tal que, en su juventud, rechazaba toda señal de amistad por sentirse indigna y porque le era imposible creer en el amor de los demás. Tenía 20 años, cuando pudo abrir su corazón a Jesús y perdonarse a sí misma. De ahí comenzó un lento y penoso proceso de curación y apertura a la vida y al amor.
El Padre Ronald La Barrera cuenta que un día, orando por unos jóvenes, había una joven que lloraba mucho y entre sollozos dijo: Yo soy mala, yo maté a mi hijo. Ella había abortado y pensaba que no merecía el perdón de Dios. Entonces, empezamos a orar por el niño que ella había matado. Después me acerqué al oído y le dije: Mamá, yo ya estoy en el cielo junto a Dios, no te juzgo por lo que hiciste, yo te perdono; también tú debes perdonarte. En ese momento, la muchacha comenzó a calmarse. Cuando volvió en sí, le pregunté qué había pasado y ella no recordaba nada. Sólo dijo que, cuando llamaron para hacer oración, se acercó para que oraran por ella, se puso de rodillas y luego no sabe lo que pasó hasta que despertó en el salón. Me comentó que tenía 18 años y que hacía seis meses que había cometido el aborto. Se había confesado con un sacerdote, pero ella misma no se perdonaba por lo que había hecho. Era esa angustia la que la tenía oprimida; pero, después de la oración, ella sintió una gran paz en su corazón al saberse perdonada por el niño y por Dios.
Del libro “La alegría del perdón”, por el Padre Ángel Peña… puede descargar este y otros de sus libros en autorescatolicos.org/angelpena.
Comentarios
Hola Rumualdo, Buenos dias nos de Dios yo en mi vida que tú conoces he tenido un a distaciamiento de Dios y he cometido pecados y gracias a Dios me he dado cuenta a tiempo y me confese de todos mis pecados y ya junto a Jesus cada dia espoy mas cerca de Dios y soy feliz por que ya no he vuelto a caer consciente mente ya no peco pues ya me doy cuenta lo que devo de hacer y no peco. Se que alomejor estoy pecando por algo que no hago bien pero sera por no darme cuenta y apesar de todo le pido perdon a Jesús por las cosas que yo haga sin darme cuenta. y por eso le ofrezco mis dolores de mi cuerpo como penitencia y para quitarle un poco del dolor que Él sufrio en la cruz por mis pecados. Estoyde acuerdo con lo que has escrito hay que pedir perdon y confesarse con un sacerdote y perdonarse a una mismo por que si Dios nos a perdonado nos tenemos que perdonar pero es sí hay que estar bien arrepentidos y no lolver a pecar. A Dios no se le engaña, si queremos de verdad a Jesus no se puede pecar y molestarle a nuestro Padre
Yo le quiero mucho y procuro enmendarme y no pecar de ninguna forma.El dia que me yame quiero ir con muchas buenas obras y ir de su mano al cielo.
Recibir un abrazo muy fuerte con Cristo. Amen José Cesar.-
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