La alegría del perdón | Perdonar es sanar 8

La alegría del perdón | Perdonar es sanar 8

Cuenta la hermana Briege McKenna: Un día me llamó un sacerdote a un hospital, donde había un niño de ocho años, que había sido atropellado por una moto. El sacerdote me pidió, por favor, que hablara con los padres del niño, porque estaban angustiados. Cuando entré a la sala del hospital, el niño estaba en coma. La madre me contó lo que había pasado. Me dijo: “Hermana, éste es mi único hijo. Hace una semana estaba ahí jugando en la calle y un chico de 17 años lo atropelló y dañó su cerebro. Y añadió: ¿Sabe? Yo odio a ese joven, porque no ha venido a pedir disculpas. Ayer, después de una operación de seis horas, me dijeron los doctores que este hijo mío va a quedar como un vegetal”.

También esa señora sentía gran enojo contra los doctores, porque uno de ellos le había dicho, tranquilamente, que no había esperanzas. Entonces, terminó con estas palabras: “Yo no quiero que se muera este niño, aunque Dios lo quiera, porque es mi hijo”. Traté de ponerme en su lugar, pero sabía que necesitaba que alguien le aclarara la verdad. Le dije: “¿Sabe, señora? Antes de orar con usted, le voy a pedir que haga tres cosas: primero, que esté dispuesta a perdonar a ese joven de 17 años”. Inmediatamente, me dijo: Jamás…Tampoco estuvo de acuerdo en perdonar a los médicos. Le dije: “Usted tiene que estar dispuesta a entregar. Recuerde cómo Dios pidió a Abraham su propio hijo, que se lo diera a él y, cuando Abraham estuvo dispuesto a entregar a su hijo en sacrificio a Dios, entonces Dios se lo devolvió. Usted tiene que estar dispuesta a dejar que Dios se lleve a este niño, si esa es su voluntad. Ahora recuerde: Nada es imposible para Dios, porque Jesús es el gran médico; pero usted tiene que estar dispuesta a perdonar y a entregar”.

En ese momento, la señora no podía aceptar estos consejos, así que oré por el niño y, como una semana después, ella me llamó. Le habían dicho que tendría que dejar a su hijo en una institución para toda su vida. Me dijo: “Por favor, vuelva. Estoy desesperada”. Yo volví y le dije exactamente las mismas cosas que le había dicho la semana anterior. Entonces, añadí: “Quiero que todos los días haga sencillamente la señal de la cruz y use esta agua (agua de Lourdes). Recuerde que nuestra Madre intercede por nosotros. Ella fue una madre que vio sufrir a su hijo. Pídale a ella como madre que interceda ante su hijo Jesús para que le dé fuerzas”.

Antes de una semana, me llamó de nuevo por teléfono. No me dio noticias, solamente dijo: “Por favor, venga al hospital”. Cuando entré en la sala, el niño estaba sentado en la cama mirando televisión. La madre me dijo que, venciendo sus sentimientos de odio, ella había ido donde el joven y, aunque no lo sentía, le dijo: Te perdono. También le pidió al Señor que la perdonara por haber juzgado a los doctores, condenándolos como crueles. Y me añadió: “Hermana, la cosa más difícil que he hecho en toda mi vida la hice ayer. Me arrodillé junto a la cama de mi hijo y dije: Señor, llévatelo, haz lo que tú quieras con él”. Dijo que fue entonces, cuando recibió una gran sensación de paz y un saber que todo iba a resultar bien.

Continuamente, repetía el nombre del niño: Carl. Se suponía que Carl habría quedado ciego y que ni siquiera podría moverse nunca más. Pero dos días después, había abierto los ojos y comenzado a responder. En una semana, todos los pediatras del hospital habían venido a visitarlo en su sala. Lo conocían como el “niño milagro” del hospital. Yo había ido a verlo un martes, el viernes volvió a su casa y el lunes siguiente fue a la escuela. Un año después, la mamá me escribió una linda carta en la que decía que Carl acababa de confirmarse y era perfecto en todo sentido; sicológica, mental y físicamente. Como resultado, toda la familia acude fielmente a la iglesia y también muchas otras personas que estaban lejos del Señor fueron atraídas por esta curación.


Del libro “La alegría del perdón”, por el Padre Ángel Peña… puede descargar este y otros de sus libros en autorescatolicos.org/angelpena.

Comentarios

  1. Qué hermoso testimonio,pero qué difícil! Perdonar de corazón es una decisión que solamente
    impulsados por el Espíritu Santo,podemos hacer. Y entregar a un hijo,aún sabiendo que el Se-
    ñor quiere lo mejor para nosotros,también.Por eso es que cada día debemos pedirle a Dios que aumente nuestra fe.Solamente un corazón confiado puede poner en las manos del Señor
    nuestra vida,sabiendo que Ël hará lo mejor.

    Alicia

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