Hoy termina el año litúrgico con la fiesta de Jesucristo, Rey del Universo, y el Evangelio nos presenta a Jesús siendo crucificado entre dos ladrones (Lucas 23, 35-43). Parecería contradictorio proclamar la realeza de Jesús desde la cruz, pero Jesús no es un Rey cualquiera. Él es el Rey que se solidariza con su pueblo y viene a nuestro encuentro. El Rey que siente con nosotros, sufre con nosotros, muere con nosotros… todo por amor, todo por salvarnos.
¿Es Cristo mi Rey? El Evangelio de hoy nos propone la lectura del llamado ladrón bueno y el ladrón no tan bueno.
El bueno le dice a Jesús: “Acuérdate de mí cuando llegues a tu reino”.
La respuesta de Jesús no tardó: “Te lo aseguro: hoy estarás conmigo en el paraíso”.
Estos ladrones, que estaban en la cruz junto a Jesús, tuvieron reacciones muy distintas. Uno, se une a las condenas de todos. Se deja llevar por la opinión de la mayoría. Actúa como la mayoría. El otro, reconoce que se había equivocado y le suplica a Jesús su perdón. Confía en Su Misericordia y Jesús lo lleva al Cielo. En otras palabras, el buen ladrón hizo a Cristo su Rey.
Quizás te preguntes: ¿Se acordará de mí Jesús? Claro que Él se acuerda de ti. Te ama inmensamente y lleva tu nombre tatuado en la palma de Su mano (cf. Is. 49,16).
Anda, acércate a Jesús como hizo el buen ladrón. Acércate hoy y cuéntale lo que te pasa y dile: ¡Jesús, Tú eres mi Rey!
Adelante… con fe.
Diác. Richie
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