La Cuaresma es sinónimo de conversión, de volver el corazón a Dios. Para esto, la Iglesia nos recomienda que ahondemos en nuestra relación con Dios (oración), que crezcamos en el dominio de nuestras pasiones (ayuno) y que compartamos todo lo que hemos recibido de Dios con aquellos más necesitados (limosna).
Hoy quiero compartir con ustedes una hermosa oración que nos ayuda a conversar con Jesús como nuestro “Amigo único y verdadero”…
Jesús, Tú eres el Amigo único y verdadero; no sólo compartes cada uno de mis padecimientos, sino que lo tomas sobre Ti y conoces el secreto de transformármelo en gozo. Me escuchas con bondad y, cuando te cuento mis amarguras, me las suavizas.
Te encuentro en todo lugar, jamás te alejas y, si me veo obligado a cambiar de residencia, te encuentro allí donde voy. Nunca te hartas de escucharme; jamás te cansas de hacerme bien. Si te amo, estoy seguro de ser correspondido; no tienes necesidad de lo mío ni te empobreces al otorgarme tus dones. No obstante que soy un hombre pobre, nadie (sea noble, inteligente o santo) podrá robarme tu amistad. La misma muerte que separa a los amigos todos, me reunirá Contigo.
Ninguna de las adversidades de la edad o del azar lograrán jamás alejarme de Ti; más bien, por el contrario, nunca gozaré con tanta plenitud de tu presencia ni jamás me estarás tan cercano, cuanto en el momento en que todo parecerá conspirar contra mí.
Sólo Tú aciertas a soportar mis defectos con extremada paciencia. Incluso mis infidelidades e ingratitudes, aunque te ofenden, no te impiden estar siempre dispuesto a concederme tu gracia y tu amor, si yo las deseo.
San Claudio de la Colombière
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