En el Evangelio de hoy (Juan 10, 1-10), somos comparados con ovejas. Sorprendente, sabiendo que, por lo general, son animales torpes. Pero a su vez, muy inteligentes en lo importante: No siguen la voz de un extraño.

Este bello animal se acostumbra a la voz de su pastor, lo reconoce y lo sigue. Precisamente esto es lo que Dios quiere que hagamos nosotros: que obedezcamos su voz y lo sigamos.
Veámoslo así: Cristo mismo sale a buscarnos. Él es el Buen Pastor que nos da consuelo, paz, sabiduría y vida. Pero en ocasiones, escuchamos otras voces extrañas, nos descarriamos y no nos dejamos interpelar por su Palabra.
Dice el Evangelio: «Os aseguro que yo soy la puerta de las ovejas.» El redil tenía una sola puerta, por la cual entraban las ovejas y el pastor. Se sabía quién era el ladrón, porque trataba de entrar por otra parte. Cuando el pastor y su rebaño pasaban la noche en las colinas, él se acostaba cubriendo la entrada del redil. Su cuerpo servía de puerta, garantizando la seguridad de sus ovejas.
Jesús es la puerta por la cual los justos entran y encuentran vida. Dice la Palabra: «Yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante.»
Te invito esta Pascua, a entregarte en las manos del Buen Pastor con confianza. Él cuida de ti siempre. Déjate transformar por su Palabra.
¡Adelante con fe!
Diácono Richie
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