La invitación en esta Cuaresma es a ser generosos en nuestro ayuno. El Evangelio del miércoles de Ceniza, tomado de Mateo 6, lo describe así: «Tú, en cambio, cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara, para que no sepa la gente que estás ayunando, sino tu Padre, que está en lo secreto.»
El Papa Francisco, en su mensaje de Cuaresma, dice que “es un tiempo favorable para la renovación personal”. Dice también que “el ayuno fortalece nuestro espíritu para la lucha contra el pecado”.
El ayuno contribuye a dar unidad a la persona, cuerpo y alma, ayudándola a evitar el pecado y a aumentar la intimidad con Dios. Con el ayuno y la oración, le permitimos a Dios que venga a saciar el hambre más profunda que experimentamos, en lo íntimo de nuestro corazón: el hambre y la sed de Dios.
La Cuaresma nos recuerda los cuarenta días de ayuno que vivió el Señor en el desierto, antes de emprender su misión pública. Dice el Evangelio de hoy (Lucas 4, 1-13) «Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán y, durante cuarenta días, el Espíritu lo fue llevando por el desierto, mientras era tentado por el diablo.»
Jesús, orando y ayunando se preparó para su misión, cuyo inicio fue un duro enfrentamiento con el tentador.
El ayuno es una gran ayuda para evitar el pecado y superar las tentaciones. De nuevo, la invitación es a ser generosos en nuestro ayuno. Nunca se es demasiado generoso.
¡Adelante con fe!
Diácono Richie
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