Cuando Noemí y yo éramos novios, nos comunicábamos de muchas maneras. Si estábamos lejos, nos escribíamos cartas o nos llamábamos por teléfono. Un mensaje de texto -que no existían en ese tiempo- hubiera servido para pequeñas muestras de cariño durante el día, algo así como una “caricia virtual”. Y ni hablar de las vídeo conferencias que se pueden hacer hoy desde casi cualquier teléfono u ordenador.
Pero no importa que tan frecuentes fueran nuestras comunicaciones o que tan personales nuestros mensajes, nada se puede comparar con la cercanía de encontrarnos frente a frente. Mirarnos a los ojos. Tomarnos las manos. Ver nuestros labios cuando nos decimos “te amo”. La comunicación íntima y personal es única y no puede ser reemplazada por ninguna otra forma de comunicación.
Con Dios pasa exactamente lo mismo. Tenemos su Palabra, que es como una carta de Amor que Él ha querido regalarnos. También podemos comunicarnos a través de la oración: que es como si fuera un teléfono con línea directa al Corazón de Dios. Pero hay otra forma… una forma más cercana… más íntima… más completa… más real… ¡la Eucaristía!
Fíjate… Jesús está vivo y presente en la Hostia Consagrada. No se trata de un simbolismo ni de una práctica piadosa. Se trata de nuestro Dios, que pudiéndolo todo, quiso quedarse escondido en ese pedacito de pan para estar cerca nuestro. “Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad”, rezamos en la Coronilla de la Misericordia. ¡Todo Dios! Por eso, no importa cuánto leas la Biblia ni cuánto ores (ambas cosas necesarias en la vida del cristiano), si no comes su Cuerpo y bebes su Sangre, no hay vida en ti (Jn 6, 53ss).
El mundo celebra hoy el día de los enamorados -del amor y la amistad nos dicen ahora para hacerlo más “comercial”- y Noemí y yo nos intercambiaremos una tarjeta o un chocolate, como expresión de nuestro amor. Pero cuando salgamos de trabajar, como cada año, iremos a una capilla de adoración perpetua cerca de nuestra casa a encontrarnos con el Señor.
Te soy franco, no es que hoy sea un día diferente a los otros. Nosotros vamos a visitarle con frecuencia. Pero si el mundo le dedica un día al amor, los católicos deberíamos dar testimonio de la Presencia Real de Jesucristo en la Eucaristía. Deberíamos abarrotar los templos y hacer grandes colas frente al sagrario para decirle a Jesús cuánto le amamos.. y para dejarle saber al mundo, que Él es el AMOR.
Comentarios
si, opino lo mismo en la iglesia no habría espacio para nadie todos en la misma frecuencia amando a nuestro dios, alabándolo, y dándole la gloria que deviamos de darle como el principio sabiendo que todo es urgente pero importante solo Dios.
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