«Carguen con mi yugo y aprendan de mí, que soy paciente y humilde de corazón, y sus almas encontrarán descanso. Pues mi yugo es suave y mi carga liviana» (Mateo 11, 29-30).
Día 17 | Hoy pídele a Dios el espíritu de penitencia ante los pequeños o los grandes sufrimientos
“Cuando de un modo u otro el ridículo o la humillación te produzcan un profundo dolor, recuerda que Jesús los padeció antes que tú. Contémplalo en la cruz y pídele beber ese trago amargo con paz y con esperanza; con la confianza de que si te abandonas en sus manos, una bendición muy grande habrá de llegar.”
— Padre Gustavo Jamut
Nuestra generación es alérgica al dolor y al sufrimiento… te digo más, en este mismo instante, mientras me siento a la computadora para escribir estas líneas… siento molestia en el cuello y los hombros por la carga de trabajo del día… y estaba considerando buscar un analgésico… ¡somos así…! Le huimos al dolor como a la lepra… al mínimo indicio de dolor de cabeza, dos aspirinas… siento dolor en la rodilla, voy al médico para “bloquearla”… me hospitalizaron porque estoy expulsando una “piedra”, codeína… tengo cáncer, morfina antes que la quimioterapia…
En el plano espiritual sucede igual… rechazamos los sufrimientos… les huimos… sin embargo, no importa cuánto o dónde nos escondamos… en algún momento de nuestra vida ellos nos alcanzarán… soledad… rechazo… humillación… miedo… ansiedad… sentimiento de culpa… falta de perdón… pecado… siempre van a aparecer… son parte de ser humanos… tanto el dolor físico… como el dolor espiritual son parte de nuestra naturaleza… y la única forma de convivir con ellos… es aceptándolos…
No me malinterpretes, los adelantos médicos surgen para aprovecharnos de ellos… para que nuestra vida sea más sana, más productiva y más feliz… creemos que es Dios mismo quien obra a través de los médicos y las medicinas… pero a pesar de todos los adelantos de la ciencia… el ser humano es finito y limitado… y nuestra fragilidad, tarde o temprano, se dejará sentir… cuando eso suceda, no habrá nada que podamos hacer contra el dolor y los sufrimientos… pero aún en ese instante, seremos dueños de nuestra voluntad… y podemos decidir —siempre podemos— cómo los enfrentaremos…
Como en todo… nuestro modelo siempre es Cristo… Él no rechazó su cruz… al contrario, se abrazó a ella… piénsalo… después de la angustia de Getsemaní, no volvemos a ver a Jesús quejarse ni una sola vez… a pesar de las calumnias… de los golpes… del abandono de los suyos… de las humillaciones, los desprecios y los escupitajos… a pesar de los latigazos y de tener su carne desgarrada… a pesar de las espinas que traspasaron su cabeza… a pesar de cargar con el madero… y de las caídas… y de los clavos… y la lanza que traspasó su corazón… todo lo soportó con la dignidad de ser Hijo de Dios… dando más de Él… entregándolo todo… sin quedarse con nada…
Allí, a su lado, había dos hombres… dos ladrones… dos pecadores, como tú y como yo… ¿sabes cuál era la diferencia entre ellos…? Uno, el ladrón bueno, se abrazó a su dolor… e incluso, compartió el dolor del Señor… mientras el otro maldecía y blasfemaba… imagino al bueno sonriendo… en medio de su prueba… a pesar del intenso dolor físico y la proximidad de su muerte… sintió la gracia de Dios… y eso siempre trae felicidad…
Hoy te invito a mirar la cruz… la de Jesús… ¿Sientes cómo Él te mira desde ella…? ¿Ves sus llagas abiertas…? ¿Puedes percibir el olor de su Sangre…? ¿Notas su respiración entrecortada…? Él no rechazó su cruz… al contrario… la aceptó con amor… por ti y por mí… entonces, ¿cómo vamos a responder a su sacrificio… cómo el ladrón malo o cómo el ladrón bueno…?
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