sirve
a los demás,
ofrécete a hacer lo que nadie quiere,
lo que cuesta
Madre Teresa de Calcuta decía que quien no vive para servir, no sirve para vivir. Pero lo impactante no fueron sus palabras, sino que ella hacía vida esa frase día tras día, cada vez que recogía un niño de la calle, lavaba un leproso, alimentaba a un pobre hambriento o consolaba a un moribundo. El secreto de Madre Teresa es que en cada persona que sufría, ella veía un Cristo vivo que le decía: “Te lo aseguro, cada vez que lo haces con el más pequeño de mis hermanos, lo haces Conmigo”… y ella se derramó en amor por los más pobres de la tierra. Hoy te cuento un secreto: eso mismo es lo que Dios espera de ti y de mí, que sirvamos con amor extremo a cuantos sufren a nuestro alrededor, porque en cada uno de ellos está Jesús esperándonos.
Hoy te comparto esta oración de Cáritas y, más que orarla, te invito a hacerla tuya, viviéndola durante el tiempo de Cuaresma… y el resto de tu vida:
Dios amoroso,
vuelve mis ojos al prójimo,
que pueda ver a cada uno
como Tú me ves a mí:
con una dignidad innata
que trasciende apariencias,
circunstancias, clases sociales
y todo estatus terrenal
que son temporales.
Ayúdame a ver al prójimo
como tu Hijo amado, eternamente.
Dios amoroso,
vuelve mis oídos al prójimo,
que pueda escuchar su clamor
tal como Tú escuchas el mío:
con una compasión y ternura
que me acerca más
en medio del sufrimiento.
Ayúdame a escuchar al prójimo
como tu Hijo amado, eternamente.
Dios amoroso,
vuelve mi mente al prójimo,
que yo pueda llegar a entenderlos
como Tú me entiendes:
luchando por encontrar sentido
y plenitud en un mundo
que está fragmentado,
y tu luz en un mundo sombrío.
Ayúdame a comprender al prójimo
como tu Hijo amado, eternamente.
Dios amoroso,
vuelve mis pies al prójimo,
que pueda acercarme a ellos
a través de las brechas que nos separan:
brechas ampliadas con demasiada frecuencia
por las ilusiones de la familia,
la tribu, credo, raza…
incluso la propia alteridad.
Ayúdame a acercarme al prójimo
como tu Hijo amado, eternamente.
Dios amoroso,
vuelve mis manos al prójimo,
que los pueda servir
como tú me sirves:
con un toque que purifica,
que sana, que alimenta,
y que tranquiliza.
Ayúdame a servir al prójimo
como tu Hijo amado, eternamente.
Dios amoroso,
vuelve mi corazón al prójimo,
que pueda amarlos como Tú me amas;
firme, clemente, siempre misericordioso,
con paciencia, viendo mi alegría en la suya.
Ayúdame a amar al prójimo
como tu Hijo amado, eternamente.
Dios amoroso,
vuelve mi vida al prójimo,
que pueda vivir en solidaridad
con ellos, y por lo tanto Contigo,
para siempre. Amén.
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