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¿has hecho un Dios a tu medida,
un Dios de leyes cómodas?
La idolatría era el mayor pecado del pueblo de Israel. No importa lo qué Dios hiciera por ellos o cómo les demostrara su fidelidad, el pueblo terminaba olvidándose de Él. Entonces Dios suscitaba un profeta que les mostrara su infidelidad y su pecado, para traerlos de nuevo al camino de la salvación.
Hoy en día no somos muy diferentes. Claro, ya no adoramos becerros de oro ni nos vamos tras los ídolos de nuestros vecinos, pero sí nos construimos nuestros pequeños dioses. Déjame darte unos ejemplos… Hay quienes idolatran el dinero o el poder o el placer sexual. Otros son más específicos y descargan su adoración en un determinado político o artista o deportista. ¡Y ni hablar de la cantidad de sectas que han surgido! Pero el más grande de todos nuestros ídolos somos nosotros mismos: nuestro ego. Decimos que queremos seguir a Dios, pero queremos que sea de forma cómoda, a mi manera, según mis reglas. Todo esto deja algo al descubierto: lo lejos que nuestro corazón está de Dios.
En este día, conscientes de que Dios es Dios y nosotros somos sus criaturas, dispongámonos a darle gloria y alabanza con esta oración que rezamos en la Misa:
Gloria a Dios en el Cielo,
y en la Tierra paz
a los hombres que ama el Señor.
Por tu inmensa gloria,
te alabamos,
te bendecimos,
te adoramos,
te glorificamos,
te damos gracias,
Señor Dios, Rey celestial,
Dios Padre Todopoderoso.
Señor Hijo Único, Jesucristo.
Señor Dios, Cordero de Dios,
Hijo del Padre,
Tú que quitas el pecado del mundo,
ten piedad de nosotros,
Tú que quitas el pecado del mundo,
atiende nuestras súplicas,
Tú que estás sentado a la derecha del Padre,
ten piedad de nosotros,
porque solo Tú eres Santo,
sólo Tú, Señor,
sólo Tú, Altísimo Jesucristo,
con el Espíritu Santo
en la Gloria de Dios Padre.
Amén.
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AMÉN.
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