El camino de Cuaresma 18

mira con el corazón
la relación de los demás con Dios,
no juzgues

El evangelio según san Lucas se conoce como el “evangelio de la misericordia” porque muestra, de forma especial, el rostro misericordioso de Dios. Si me preguntas, creo que una de las parábolas más hermosas del evangelio de Lucas —y de toda la Biblia— es la parábola del hijo pródigo. Tiene muchísimas enseñanzas… nos muestra, por ejemplo, el hijo mal agradecido que peca contra su padre y luego, arrepentido, regresa suplicando perdón. Dice el texto que el padre vio a su hijo cuando todavía estaba lejos y, conmovido, corrió a su encuentro. ¿No te parece maravilloso esto? ¡A mí me parece fascinante… antes de que el hijo hablara, ya su padre le había perdonado! Así es Dios con nosotros, su perdón es gratuito y solamente está esperando que demos el primer paso para recibirlo.

Pero aunque es hermosa la figura del hijo pródigo y todos podemos identificarnos con el personaje, hoy quisiera que nos fijáramos brevemente en el otro hermano. Es triste, pero esa “cercanía” a su padre le hace creer que tiene más derechos… especialmente se siente con el derecho de juzgar a su hermano. Mientras su padre celebra porque su hijo menor ha regresado, el hermano mayor se empeña en buscar una razón para condenarle. No ha comprendido que cuando se mira con el Corazón de Dios, todos —absolutamente todos— son dignos de su Amor misericordioso.

Hoy quiero compartirte una frase que me impactó mucho cuando la leí: “No me juzgues porque mi pecado es diferente al tuyo”… y, consciente de que todos somos pecadores de una u otra manera, oremos:

Señor mío, quiero grabar en mi vida las leyes de tu amor, para que mi corazón sólo pueda moverse en una dirección: justicia, equidad, solidaridad, perdón, amor y misericordia.

Debo ser agradecido con todos los talentos que me has dado para ser un fiel imitador tuyo, tener tu Espíritu, ser un verdadero portador de tu bondad, que es compasivo, que no juzga ni condena, que siempre perdona y da a manos llenas.

No permitas que caiga en la tentación de juzgar y criticar a mis hermanos. Yo también me equivoco y fallo. Enséñame a descubrir en los demás lo mejor de cada uno, sus virtudes y sus buenas obras.

Ayúdame Señor, a olvidar con prontitud todo cuanto me han ofendido. Aparta de mí todo sentimiento negativo y de rencor, toda emoción negativa acumulada en mi corazón que causa resentimiento y malos deseos.

Oh Dios mío, quiero amar como Tú amas, perdonar como Tú perdonas. Quiero que me ayudes con la luz de santo Espíritu para poder lograrlo.

Líbrame de juzgar, de mirar las acciones de otros con soberbia y prepotencia, en vez de eso, hazme ver la miseria en mi interior, hazme ver que también estoy plagado de errores y los cometo con frecuencia

Regálame la capacidad de perdonar las personas que me hacen daño. Toca mi corazón para que siempre esté dispuesto a amar con libertad, sin prejuicios, a ser una persona alegre, feliz, que va construyendo un futuro mejor de acuerdo a tus leyes de vida.

Confío en tu bendición y en tu amor que en este momento derramas sobre mí y me ayuda a cambiar esas malas actitudes para afrontar los retos de cada día.

Gracias por tu amor y tu compañía que me hacen experimentar tu poderosa Verdad que va llenando mi vida y mi corazón con amor y tu misericordia, que me va librando de esos malos pensamientos hacia los demás, de esas críticas y juicios que entrego a la ligera.

Ven Señor y sopla con la fuerza de tu Espíritu para que me llenes de humildad, mansedumbre y caridad. Amén.

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