revisa
tus prioridades,
¿cómo las ordenas?
El problema de los fariseos es que no podían aceptar que Dios enviara un Mesías sin contar con ellos. ¡Imagínate, si ellos tenían la “sartén agarrada por el mango”! Interpretaban la ley a su antojo y les gustaba que se les reconociera como gente importante. Puedes estar seguro, ellos no iban a permitir que viniera nadie a contradecirlos ni a corregirlos… ¡ni siquiera Dios mismo! Por eso Jesús les cuenta la parábola de los viñadores asesinos y les muestra su hipocresía.
Te voy a decir un secreto: por fuerte y crudo que parezca, todos tenemos algo de fariseos y de viñadores. Sabemos que el primer puesto debemos dárselo a Dios… pero vivimos relegándolo a un segundo o tercer o cuarto lugar porque tenemos cosas “más importantes” que atender o hacer. Piénsalo: nada hay más importante que Dios y nuestra vida debería girar en torno Suyo.
El día de hoy dispongámonos a aceptar todo lo que su Voluntad haya dispuesto para nosotros orando junto con el beato Carlos de Foucauld:
Padre,
me pongo en tus manos.
Haz de mí lo que quieras.
Sea lo que fuere,
por ello te doy las gracias.
Estoy dispuesto a todo.
Lo acepto todo,
con tal de que se cumpla
tu Voluntad en mí
y en todas tus criaturas.
No deseo nada más, Padre.
Te encomiendo mi alma,
te la entrego
con todo el amor de que soy capaz,
porque te amo y necesito darme,
ponerme en tus manos sin medida,
con infinita confianza,
porque Tú eres mi Padre.
Amén.
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